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Una novela por entregas: DORMIR DE MADRE

1. «Es muy de noche. Me levanto de puntillas y me acerco a la cuna. Duerme placidamente. Le miro complacida. Suspiro y vuelvo a la cama.
¡Mi niño¡ Había soñado que no le oía respirar. No se porqué, desde que ha cumplido cuatro meses, tengo pesadillas casi todas las noches. Ahora que él ya no se despierta hasta la madrugada, voy yo, y tengo pesadillas. Y luego me cuesta volver a dormirme. Así llevo varias noches. Dice el médico que es normal, que todas las madres primerizas tenemos miedo de todo, que somos peores que un niño chico, que en todo vemos tinieblas…»
Vuelvo a leer mi cuaderno azul esta noche en que también estoy despierta. Una mas. Ya hasta casi me gusta. Doy gracias a Dios por el insomnio, así pienso que vivo más. Releo las primeras páginas y me rio recordando aquellos años, han pasado treinta y dos.
Continuará
2. Los años no se han pasado solos. Los he vivido yo. Ahora que duermo poco me acuerdo con
dolor del tiempo perdido. ¿En qué perdido? En búsquedas imposibles. Primero buscábamos un diagnóstico que nos sacara de dudas. Que nos diera respuesta. Luego ya sin etiqueta posible, todos los médicos consultados nos decian que no habían visto a ningún niño igual. Que era un caso único, rarísimo. Viajamos de doctor en doctor. Un largo caminar en busca de la causa.
Pero todos nos hacían pasar por la misma tensión, la misma espera, sentados al borde de la silla contemplabamos como cada doctor repetía las mismas pruebas. Falta un scaner…Falta una tomografía…mejor esperar a hacerle un nuevo encegalograma…vamos a repetir el análisis…A todo esto Julio cada dia era más nuestro, más cariñoso, más inutil. Si abro el cuaderno azul por sus primeras páginas me encuentro con descripciones de su primera sonrisa. «Hemos discutido mucho hoy por saber a quien había sonreido primero. Yo decía que a mí. Fernando que a él.
Hasta que nos hemos dado cuenta que se oian lloros en el cuarto de los chicos. Hemos acudido con Julito en brazos. LLoraba muy quedo tirado de espaldas en su cama Santi. Le je llenado de besos el pelo ¿qué pasa?. Se ha vuelto con una cara muy seria y nos ha mirado con ojos muy tristes: «No quiero oiros discutir nunca más, nunca más, nunca», y mientras repetía la palabra «nunca» seguía llorando. Fernando y yo nos hemos mirado un largo rato, (¿o han sido segundos?)con sensación de culpa, no hemos dicho nada, nos hemos sentado en la cama de Santi y sin más nos hemos abrazado, en puro mogollón, los cuatro revueltos en un abrazo inmenso».
Cierro el cuaderno azul. Me bastan los años para recordar. No se puede reñir estando con un grave problema en medio. Entonces no sabía que era más preciso que nunca mantener a flote el matrimonio. Estaba empezando la batalla contra el tiempo. Era sólo el inicio. Estabamos aún buscando un diagnóstico.
(Continuará)

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