Mi hija, de 12 años recién cumplidos siempre ha tenido un carácter fuerte, pese a ser, una niña muy vergonzosa. Cuando era pequeña y quería algo, si no lo conseguía lloraba escandalosamente, se tiraba al suelo o se pegaba en la cabeza. Pero la situación no ha cambiado mucho, no aguanta las frustraciones y reacciona de una manera infantil para su edad: chilla, a veces se tira al suelo, patalea e insulta. La verdad es que por otra parte, es una niña estupenda, es noble, solidaria, lo que se llama buena persona. Pero cuando se la contradice en algo o se la obliga a algo reacciona de la manera que antes os he indicado. La profesora también ha hablado conmigo para decirme que su comportamiento deja mucho que desear. Casi siempre está castigada por comportarse mal. Sus notas a pesar de su comportamiento son buenas, notable de media, aunque parece que ahora se está durmiendo un poco en los laureles. No consigo nada ni con los castigos ni con el diálogo y no sé qué puedo hacer…
Querida amiga, una vez mas gracias por contactar con la Fundación Belén. tu hija comienza la adolescencia y según nos cuentas, debe aprender urgentemente:
- a dominar su mal genio
- a soportar la frustración o dicho en positivo a atesorar “resiliencia” y
- a contruirse una personalidad propia, a soñarse, a plantearse un proyecto de vida ilusionante para el futuro.
Para ayudarle en este triple aprendizaje, es bueno ponerse de acuerdo con los profesores, en especial su tutor a tutora de su centro escolar, para de común acuerdo establecer unas pautas de conducta.
Con respecto al primer punto, a su mal genio es preciso que NO obtenga ninguna ventaja de sus lloros o pataletas. Olvídela mientras muestre semejante conducta. Es la primera norma, que perciba la inutilidad de su mal comportamiento. Nada de castigos, el peor castigo es no hacerle caso. Porque es justo lo que desea: llamar la atención. Y cuando se le pase el berrinche, entonces háblale suave y convincente: “¿qué pensarías tú de una niña de 12 años que se echa a llorar y a gritar para obtener…? Yo pienso que es una mal criada. ¿Y tú? ¿si fuese tu hija que harías?” Escúchela con atención.
Desde la Fundación Belén recomendamos siempre a los padres durante la adolescencia, buscar unos minutos al día para tener con ella una conversación seria. Empiece a hablar a su hija como si fuese mayor, porque en cierto modo lo es, o comienza a serlo. Para los cambios de actitud que su hija necesita, su padre y Ud deben aprovechar los aspectos mas positivos de su carácter: su buen corazón y su deseo de aprender (puesto que saca buenas notas). Estos días por ejemplo muéstrale imágenes impactantes de las tragedias que han asolado Birmania y China. Y pregúntele en serio: “¿a ti que te parece? ¿Cómo podríamos ayudar?”. Es importante que su hija perciba su interés en sus respuestas, y que sea consciente de su situación cómoda, instalada, educada, querida. Es importante que perciba la necesidad de DAR, a su familia y a la sociedad, no solo de recibir.
Con respecto al segundo aprendizaje, y sobre la educación de la resiliencia aquí está un breve texto muy ilustrativo.
“Resiliencia es la capacidad de una persona, no sólo de soportar frustraciones, crisis y adversidades, sino de poder recobrarse y salir fortalecido de estas situaciones.
Originalmente, el término resiliencia pertenecía sólo a la física, y expresaba la capacidad de algunos materiales para recobrar su forma original después de ser sometidos a una presión deformadora. Desde hace unos años, sin embargo, este término fue adoptado por las ciencias sociales y en particular por la psicología. ¿Cómo lo entiende específicamente la educación? ¿Qué importancia tiene este concepto en la educación familiar y en el aula? Toda, porque se ha demostrado que el principal elemento constructor de resiliencia para cada niño, es una relación de confianza —aunque sea con un solo adulto, ya sea dentro de la familia o fuera, en la escuela— que le transmita: «tú me importas, tú puedes, tú eres”, de tal forma que el niño pueda creer:
“Yo tengo en mi entorno social personas alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente. Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros. Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder. Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo. Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro, o cuando necesito aprender”.
“Yo soy alguien por quien los otros sienten aprecio y cariño. Yo soy feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto. Yo soy respetuoso de mí mismo y del prójimo. Yo estoy dispuesto a responsabilizarme de mis actos. Yo estoy seguro de que todo saldrá bien”.
“Yo puedo hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan. Yo puedo buscar la manera de resolver mis problemas. Yo puedo controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien. Yo puedo buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar. Yo puedo encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito”.
Este primer pilar de la resiliencia, el amor y el reconocimiento del adulto que produce en el niño autoestima, está en la base del desarrollo de todos los otros: creatividad, independencia, introspección, iniciativa, capacidad de relacionarse, humor y moralidad”.
Y sobre el tercer aprendizaje pendiente: iniciar su propia personalidad, debe hacer saber a su hija que cada uno desde niño es responsable de su vida, y de su propia felicidad. Que ha llegado el momento de comenzar la aventura de su vida adulta. Que debe soñarse quien quiere llegar a ser. Y proponerse un proyecto ilusionante de vida.
Esperamos que estas notas puedan ser de su interés, quedando como siempre a su entera disposición para ampliar mas información sobre la educación adolescente, reciba un muy cordial saludo de la Fundación Belén
¿Y tú que opinas?