Nos escribe Pedro , papá de un niño de 28 meses: «Me gustaría haceros una consulta sobre nuestro hijo. Tiene 2 años y cuatro meses y todavía no habla bien. Su vocabulario se limita al nombre de algunos animales, frutas, algunos colores, y poco mas. Incluso a nosotros nos llama tatá a los dos. Muy pocas veces me ha dicho papá y nunca mamá. Sin embargo, lo comprende todo y obedece todo lo que le decimos (coge el vaso, busca a mamá, recoge los juguetes, …)
No se si es para preocuparse y consultar con algún especialista…Por lo demás su desarrollo físico es completamente normal. Supera en tamaño todos los percentiles y es muy extrovertido y alegre.
Y le contestamos: Hola Pedro, gracias por contactar con la Fundación Belén. En principio lo que nos cuentas sobre tu hijo no parece preocupante en cuanto el niño muestra comprender perfectamente, obedecer y decir algunas palabras. Los niños empiezan a hablar cada cual cuando quiere. Hasta los tres años -si el niño oye bien, entiende, responde y está alegre -no hay razón para inquietarse porque hable poco y mal, sí es preciso estar sobre aviso; y por tu correo se deduce que estás muy atento a todo lo relacionado con el desarrollo de tu hijo.
Una pregunta: ¿le hablas mucho a tu bebé?. Porque lo que debe entender y percibir con claridad tu hijo es que la comunicación es una fuente de gozo para los dos, para tí y para él. Que comunicarse es relacionarse en dos direcciones.
Es decir nuestra sugerencia es que aproveches para comunicarte con tu hijo todo el tiempo que estés con él. Bañarse y hablar, jugar y hablar, comer y hablar. Continuamente. Hasta cuando vas con él en coche o andando por la calle: «mira este camión¡; ¿ves esta farola?; uy, que perro mas mono¡; ahora vamos a ir a comprar; ¿te gusta subirte al carrito del super?».
Hablar con él personalmente, preguntarle con atención, fando tiempo a la respuesta, comentarle – como si fuese mayor, como si entendiera todo- si son cinco horas al día, mejor que dos; si es una, mejor que media.
El tema, hoy en día, es que los padres (y las madres) trabajamos tanto, que tenemos poco tiempo para jugar y hablar con nuestros hijos y la conversación familiar es una de las maravillas que se quebranta.
Quizá este retraso de tu niño en el habla lo puedas convertir en fuente de intimidad y lo que hoy te parece una preocupación, el día de mañana lo entiendas como la gran oportunidad que te dió para lograr una sólida comunicación padre/hijo. Algo muy fundamental cuando tenga 16 años…
¿Y tú que opinas?