Un padre nos escribe preocupado porque su hijo en plena adolescencia se siente desorientado y obsesionado por su apariencia física
No te extrañe que tu hijo adolescente se sienta desorientado en su vida, porque estar desorientado es propio de la adolescencia y es reflejo de este su tiempo. Decía el filósofo Julián Marías que lo que nos permitimos creer o no creer está impuesto por las vigencias sociales. Y en este momento las vigencias sociales son contradictorias, convulsas y cambiantes.
Para que tu hijo adolescente se oriente en la vida es necesario que se mire hacia adentro, para poder descubrir en el hondón de su alma «quien quiere ser» y no mire a «quien se quiere parecer». Si está obsesionado con su apariencia física, puede tener un nudo psicológico que convendría desatara un buen experto. O puede no haberse enterado de que cada cual, como decía Cervantes, «debe forjarse su propia ventura». Es decir durante la adolescencia nos corresponde aprender que la vida nos ha sido regalada, pero no viene hecha, es trabajo de cada cual hacerse la vida propia. Su vida es suya y le corresponde trabajarsela, pero como padre tú sigues siendo responsable de que abra los ojos.
La adolescencia es un periodo comprometido y difícil en la vida de los chicos y de la familia. Su su rebeldía o su apatía es muchas veces una muy mala forma de decir: socorro, ayúdame¡
Desde la Fundación Belén proponemos a los padres como otro recurso para ayudar a orientarse, iniciar una nueva fórmula de comunicación gestual afectiva.
Empezar la primera semana dándole diariamente un abrazo sorpresivo por la espalda en silencio, cuando no se lo espere, rápido e intenso. Madre y padre en distinto momento. La segunda semana dos abrazos, mañana y tarde.
La tercera semana decirle al tiempo una frase cariñosa: «cuanto te quiero¡», «que bien te sienta esta camiseta», «que alegría verte¡¡¡»…
La cuarta semana pedirle además su parecer al tiempo del abrazo: ¿qué te apetece cenar hoy? ¿quieres que veamos juntos el partido?
Es muy importante que tu hijo perciba todo lo mucho que le quieres y lo mucho que os importan sus acciones, ideas y opiniones. Tu hijo necesita toda vuestra admiración para crecer en su autoestima. Y necesita también pasarlo bien en familia, jugar juntos, hacer excursiones juntos, cenar a diario en familia con la televisión apagada, para poder orientarse.
Decían los clásicos griegos: «quiéreme cuando menos lo merezco, porque es cuando más lo necesito» y la moderna psicología abunda en esta idea: el amor todo lo cura, el amor es la mejor medicina familiar. Prueba esta terapia dos meses y escríbenos con los resultados.
¿Y tú que opinas?