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El cerebro de los adolescentes

Para saber más

Algunas particularidades del cerebro de los adolescentes

Hay razones fisiológicas para entender el, tantas veces para los padres y tutores, extraño comportamiento de los adolescentes. Recientes descubrimientos neurológicos realizados entre adolescentes explican porqué son tan cambiantes, tan impulsivos, tan temperamentales. Estos rasgos que son exasperantes para los adultos, puede que sean las claves de su éxito mañana. ¿Pero es que se puede explicar la conducta de un adolescente?

Una serie completa de imágenes de escáner de cerebros adolescentes, un proyecto de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH http://www.nimh.nih.gov/index.shtml) ha estudiado el desarrollo de mas de un centenar de jóvenes entre los 12 y los 25 años. El estudio ha revelado que el cerebro de los adolescentes experimenta una reorganización masiva.

El crecimiento del cerebro en esos años es escaso, ya que a los seis años el cerebro alcanza el 90% de su tamaño definitivo, y a partir de esa edad el crecimiento de la cabeza se debe casi exclusivamente al aumento del cráneo.

Pero durante la adolescencia el cerebro sufre una remodelación interna total. Para empezar, los axones del cerebro (las fibras nerviosas largas que las neuronas utilizan para enviarse señales entre sí) mejoran gradualmente su aislamiento con una sustancia grasa llamada mielina (la materia blanca del cerebro), la cual puede multiplicar por cien la velocidad de transmisión de los axones. Mientras tanto, las dendritas, las extensiones ramificadas a través de las cuales las neuronas reciben las señales de los axones cercanos, se ramifican aún mas, y las sinapsis (los puentes químicos por donde se comunican los axones y las dendritas) se fortalecen y mejoran. Al mismo tiempo, las sinapsis menos utilizadas empiezan a atrofiarse.

Esa poda sináptica, como se conoce el proceso de reducción de sinapsis, hace que la corteza cerebral (la delgada capa de materia gris donde se produce la mayor parte de nuestro pensamiento complejo y consciente) se torne más fina y a la vez más eficiente.

La combinación de esos cambios hace del cerebro adolescente un órgano mucho más rápido y sofisticado.

El proceso de maduración cerebral que hace unos años se pensaba terminado a los siete años, prosigue a lo largo de toda la adolescencia. Los escáneres realizados muestran que esos cambios físicos avanzan lentamente como una oleada desde la parte posterior del cerebro hacía la frontal, desde áreas próximas al tronco cerebral que controlan funciones más primitivas y básicas, como la visión, el movimiento y el procesamiento fundamental de datos, hacía las áreas pensantes del lóbulo frontal, evolutivamente mas nuevas y complejas.

El cuerpo calloso, que conecta los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro y transporta información esencial para muchas funciones esenciales y avanzadas, se engrosan progresivamente. También se fortalecen los vínculos entre el hipocampo, una especie de directorio de la memoria, y las áreas frontales que establecen los objetivos y comparan diferentes planes de acción. Como resultado, el cerebro adulto mejora la capacidad de integrar la memoria y la experiencia en nuestras decisiones. Al mismo tiempo, las áreas frontales desarrollan más conexiones y más rápidas, lo que permite al cerebro una vez desarrollado, generar y sopesar muchas más variables y líneas de acción que durante la adolescencia.

Cuando este proceso de maduración cerebral avanza con normalidad, conseguimos sopesar mejor los impulsos, los deseos, las normas, la ética, el altruismo, y generar un comportamiento más complejo y más sensato. Pero a veces, cuando el proceso de maduración cerebral acaba de empezar, el cerebro hace ese trabajo con torpeza.

Beatriz Luna, profesora de psiquiatría en la Universidad de Pittsburg, recurrió a una sencilla prueba para ilustrar esa curva de aprendizaje. Escaneó cerebros de niños, adolescentes y jóvenes de veintitantos años mientras realizaban un videojuego que consistía en hacer lo posible para no mirar una luz que aparecía repentinamente en pantalla. Para superar la prueba, había que neutralizar tanto el impulso de atender a una información nueva como la curiosidad que inspira lo prohibido. Los niños de 10 años lo hacían fatal, fallaban el 45% de las veces. Los adolescentes mejoraban sí se les añadía una recompensa, y con 15 años conseguían resultados tan buenos como los adultos 80% de las veces ganaban.

Pero lo más interesante para la profesora Luna no fueron las puntuaciones, sino las imágenes del cerebro. En comparación con los adultos, los adolescentes utilizaban otras áreas del cerebro, usaban menos las áreas que controlan el rendimiento, detectan errores, planificación y mantienen la concentración, regiones que los adultos ponían en funcionamiento automáticamente. Sí a los adolescentes se le ofrecía una recompensa añadida, entonces demostraban que eran capaces de poner en funcionamiento con gran empeño esas mismas áreas.

Recomendación Fundación Belén a los padres: Es preciso saber utilizar las gratificaciones y las recompensas durante esta etapa vital

Estos estudios ayudan a entender la variabilidad de la conducta adolescente, que pueden estar encantadores durante el desayuno y horribles durante la cena. Además de carecer de experiencia, están aprendiendo a utilizar sus nuevas redes cerebrales.

La psicóloga Abigail Baird lo llama “torpeza neuronal” a esas tonterías de comportamiento que se producen durante el desarrollo lento y desigual del cerebro adolescente.

La explicación resultante del cerebro adolescente (llámese la teoría adaptativa de la adolescencia) describe al joven no tanto como un tosco esbozo de hombre, sino como un ser sensible y adaptable, preparado para llevar a cabo la ingrata tarea de abandonar la seguridad del hogar paterno para salir y enfrentarse al complicado mundo exterior.

La respuesta biológica a esos rasgos prototípicos y molestos de la adolescencia de precipitación, impulsividad, egoísmo e imprudencia, es que no son en realidad lo más relevante de esta etapa vital, sino únicamente lo que más llama nuestra atención y ponen en peligro a nuestros hijos. Según el especialista neurólogo B.J.Casey profesor del Weill Cornell Medical Collage, “Estamos muy acostumbrados a ver la adolescencia como un problema, pero cuanto mas averiguamos acerca de las características singulares de ese periodo de la vida, más nos parece una fase funcional e incluso adaptativa. Es exactamente lo que hace falta en ese momento de la vida”.

No debemos hacer caso de las conductas desconcertantes (como bajar las escaleras en monopatín o cambiar de novio cada dos días), sino a los rasgos más generales que hay detrás de esos comportamientos.

Empecemos por el gusto de los adolescentes por las emociones fuertes. A todas las edades gustan las novedades y las emociones, pero nunca tanto como durante esa etapa de la vida. Los estudios recientes muestran que la impulsividad disminuye con la edad a partir de los 10 años. Pero ese amor por las emociones fuertes alcanza su máximo entorno a los 15 años.

La persecución de la sacudida neuronal, de la emoción que proporciona lo inusual o lo inesperado puede durante la adolescencia generar doble comportamiento.

La búsqueda de emociones y sensaciones puede producir conductas peligrosas, también puede generar otras muy positivas.

Recomendación Fundación Belén a los padres: Es conveniente enseñar a los niños a disfrutar también con las emociones estéticas, poéticas y éticas, no solamente con el goce de la velocidad).

El anhelo por la novedad favorece el conocer más gente, más lugares, más experiencias y puede crear un círculo más amplio de amigos y favorecer la salud del adolescente, su felicidad, su seguridad, sus conocimientos y sus probabilidades de éxito según el doctor Jay Giedd de los NIMH. “El cerebro de los adolescentes está especialmente diseñado para aprender a través del ejemplo. Los padres están enseñando continuamente, aún cuando no piensan ni creen que están enseñando a los hijos, están enseñando sencillamente con el ejemplo, están enseñando con la forma en que realizan todos sus actos diarios, cómo tratan a su pareja, como hablan de su trabajo. Como se comportan conduciendo entre el tráfico. Cómo manejan sus emociones y cómo aprovechan su tiempo. Este ejemplo diario de los padres es la forma fundamental de aprendizaje en los hijos. No es en los momentos solemnes y especiales en los que el padre se sienta a hablar con el hijo adolescente. El aprendizaje por parte de los adolescentes se desarrolla en cada uno de los instantes vitales de su vida diaria con sus padres, viéndoles actuar, copiando su actuación”.El Dr Jay Huid, psiquiatra del NIMH ha estudiado durante los últimos 20 años el desarrollo cerebral en la adolescencia.

Entre los 15 y los 20 años se alcanza el máximo de comportamiento arriesgado, otra característica de la adolescencia. Entre este grupo de edad se registra la mayor incidencia de muertes por accidente de todo tipo (menos laborales). Casi todos los casos de alcoholismo y drogadicción comienzan durante la adolescencia como una experiencia arriesgada.

Recomendación Fundación Belén a los padres: Es preciso enseñar a los jóvenes a decir NO

El profesor de la Universidad de Temple Laurence Steinberg, especializado en comportamiento adolescente, ha señalado: “los adolescentes no es que no reconozcan los riesgos, es que aprecian mucho más la recompensa”. Un videojuego que Steinberg utiliza en sus estudios ilustra este punto. En el videojuego se trata de atravesar una ciudad en el menor tiempo posible. Por el camino hay varios semáforos, que a veces pasan del verde al ámbar cuando se acerca un coche y obligan al jugador a tomar una decisión rápida: parar o seguir. El jugador ahorra tiempo y gana puntos si pasa rápido antes de que el semáforo se ponga en rojo. Pero si intenta pasar y no lo consigue, pierde más tiempo que si se hubiera parado en ámbar. Así pues el juego premia a los que toman cierto riesgo, pero castiga a los que arriesgan demasiado.

Cuando los adolescentes realizan el juego solos, con lo que Seinberg llama en situación emocionalmente fría, corren los mismo riesgos que un adulto. Pero si la sala se llena de amigos, la situación cambia y este mismo jugador corre el doble de riesgos e intenta pasar semáforos donde antes había parado. Los adultos no varían en su juego en presencia de amigos. Según Seinberg este juego demuestra que la propensión a correr riesgos por parte del adolescente no se deriva de un pensamiento torpe, sino de un mayor interés por la recompensa, impresionar a sus amigos.

Recomendación Fundación Belén a los padres: el adolescente necesitan mucho que le quieran y le admiren, no dejéis pasar ocasiones de alabar un buen comportamiento de vuestro hijo adolescente: todo esfuerzo, todo triunfo necesita vuestro espaldarazo. Celebrar y aprovechar esa sensibilidad hacia la recompensa

Steinberg, Casey y otros investigadores creen que el comportamiento arriesgado durante la adolescencia está propiciado por la selección natural. Porque a lo largo de la evolución humana, la propensión a asumir riesgos ha demostrado tener un valor adaptativo.

Fisiológicamente, la adolescencia se caracteriza por una sensibilidad máxima del cerebro a la dopamina, un neurotransmisor que activa los circuitos de gratificación e interviene en el aprendizaje de pautas y la toma de decisiones. Esto contribuye a explicar la rapidez del aprendizaje en los jóvenes y su extraordinaria receptividad a recompensa, así como sus reacciones intensas y apasionadas ante la victoria y derrota.

El cerebro adolescente también es muy sensible a la oxitocina, otra hormona neurotransmisora, que entre otras cosas hace más gratificante las relaciones sociales.

Las redes y dinámicas neuronales asociadas con las recompensas en general y con las interacciones sociales están muy relacionadas entre sí. Si una de las redes entra en juego, a menudo también se pone en marcha la otra. Si las dos entran en juego durante la adolescencia, entonces se desencadena un incendio.

Esto explica otra característica de la adolescencia, el deseo de estar entre sus iguales, entre sus coetáneos. Por un lado les supone más novedad que el ambiente familiar, por otro les supone invertir en futuro, pues las relaciones más importantes a lo largo de la vida se establecen con gente de la misma edad, ya sea encontrar pareja o tener amigos.

De hecho estudios con escáneres cerebrales sugieren que la respuesta del cerebro adolescente a la exclusión del grupo social es muy semejante a la que se observa en caso de amenaza física o de falta de alimento.

Una última característica del cerebro adolescente es la plasticidad de las áreas frontales de desarrollo tardío, que maduran lentamente. Estas áreas son las últimas en adquirir el aislamiento graso de mielina que acelera la transmisión. ¿Por qué no funcionan a pleno rendimiento cuando el adolescente afronta los desafíos más difíciles? La respuesta es que la velocidad tiene un coste en flexibilidad. Si bien el revestimiento de mielina mejora sustancialmente el ancho de banda de los axones, también inhibe el crecimiento de nuevas ramificaciones. Según el doctor Douglas Fields, del NIH, “esta clave hace que el período durante el cual un área del cerebro adquiere mielina sea crucial para el aprendizaje: el cableado se está actualizando, pero una vez terminada la reforma, es mucho más difícil hacer cambios”.

El marco de tiempo en el cual la experiencia puede renovar de la mejor manera posible esas conexiones es sumamente específico para cada área del cerebro. Por ejemplo los centros del lenguaje aduieren su aislamiento sobre todo durante los primeros 13 años de vida. Al completarse el aislamiento se consolidad los conocimientos adquiridos.

Esta demora en la maduración cerebral, esta larga oleada de desarrollo que va desde la parte posterior del cerebro hacia la frontal y que concluye alrededor de los 25 años, es una adaptación única del ser humano, y quizás sea una de las etapas más importantes.

Puede parecer un contrasentido que los humanos no logremos ser sensatos un poco antes, pero si fuéramos más listos desde jóvenes acabaríamos siendo a la larga más tontos.

Recomendación Fundación Belén a los padres: la adolescencia es un magnífico tiempo para sembrar y fijar ideas, no desaprovechéis la ocasión de comentar, hablar y discutir con vuestros hijos adolescentes

Los antropólogos han observado que casi todas las civilizaciones han reconocido la adolescencia como una etapa específica diferenciada durante la cual el individuo prefiere la novedad, las emociones fuertes y la compañía de coetáneos. La singularidad de esta fase de la vida personal no es cultural, es genética y adaptativa. Pero los momentos más torpes durante esta etapa pueden acarrear consecuencias graves. Las drogas, el alcohol, la conducción imprudente, el suicidio, los actos delictivos pueden causar gravísimos problemas a nivel personal, familiar y también a nivel social.

Estos mismos estudios sobre el cerebro adolescente demuestran que cuando los padres desean ayudar y guían a sus hijos con mano ligera pero firme, manteniendo el vínculo pero ofreciéndoles libertad, los adolescentes se inspiran, aceptan el aprendizaje paterno y obtienen mejores resultados en su vida estudiantil y social.

Ph.D.Laurence Steinberg, obras

  • Steinberg, L. (2007). Risk-taking in adolescence: New perspectives from brain and behavioral science. Current Directions in Psychological Science, 16(2), 55-59.
  • Grisso, T, & Steinberg, L. (2005). Between a rock and a soft place: Developmental research and the child advocacy process. Journal of Clinical Child and Adolescent Psychology, 34, 619-627.
  • Steinberg, L., & Scott, E. (2003). Less guilty by reason of adolescence: Developmental immaturity, diminished responsibility, and the juvenile death penalty. American Psychologist, 58, 1009-1018.
  • Steinberg, L. (2001). We know some things: Adolescent-parent relationships in retrospect and prospect. Journal of Research on Adolescence, 11, 1-20.
  • Grisso, T., Steinberg, L., Woolard, J., Cauffman, E., Scott, E., Graham, S., Lexcen, F., Reppucci, N., & Schwartz, R. (2003). Juveniles’ competence to stand trial: A comparison of adolescents’ and adults’ capacities as trial defendants. Law and Human Behavior, 27, 333-363.

La Autonomía según el Dr Laurence Steinberg

  • Vas a salir de casa; ¿a dónde vas?
  • Afuera.
  • Afuera, ¿a dónde?
  • Simplemente, afuera.
  • ¿Con quién te vas?
  • Con una amiga.
  • ¿Cuál amiga?
  • Mamá, sólo una amiga, ¿está bien? ¿Tienes que saberlo todo?
  • No tengo que saberlo todo. Sólo quiero saber con quién vas asalir.
  • Con Debby, ¿está bien?
  • ¿Conozco a Debby?
  • Es sólo una amiga, ¿está bien?
  • Bueno. ¿a dónde vas?
  • Afuera.

Para la mayoría de los adolescentes, establecer un sentido de autonomía es parte tan importante de volverse adulto como establecer un sentido de identidad. Llegar a ser una persona autónoma -que se gobierna a sí misma- es una de las tareas fundamentales del desarrollo de los años de adolescencia. Aunque a menudo empleamos los términos autonomía e independencia como si fueran intercambiables, en el estudio de la adolescencia significan cosas ligeramente distintas. En general, independencia se refiere a la capacidad individual de actuar por sí mismo. El aumento de la independencia es, sin duda, parte devolverse autónomo durante la adolescencia pero, como lo veremos en este capítulo, autonomía tiene elementos emocionales y cognoscitivos, así como conductuales. Durante la adolescencia, los muchachos dejan atrás la dependencia característica de la niñez y pasan a la autonomía típica de la edad adulta. Pero el aumento de la autonomía durante la adolescencia es frecuentemente malinterpretado. A menudo se confunde autonomía con rebelión y el volverse persona independiente, a su vez, se equipara con romper con la familia.

Esta perspectiva sobre la autonomía va de la mano con la idea de que la adolescencia es, inevitablemente, una época de tensión y trastorno. Pero como hemos visto en capítulos anteriores, la idea de que la adolescencia es un periodo de “tormenta y presión” ha sido repetidamente cuestionada en la investigación científica. El mismo tipo de pensamiento ha ocurrido con respecto al desarrollo de la autonomía.

  • Steinberg “Autonomy”, en Adolescense , 5ª ed., EUA, McGraw-Hill College, 1999, pp. 275-284. * Delia Ephron, Teenage Romance: or How to Die of Embarrassment (Nueva York, Viking, 1981).

Notas estadísticas

  • Consumo de alcohol
    • El 34,4% de la población de 15 y más años no ha bebido en el último año, y el 18,9% solo lo hace una vez al mes o menos. El 38,3% bebe habitualmente, al menos una vez a la semana.
    • El consumo habitual es el doble en hombres (52,4% lo hace al menos una vez a la semana) que en mujeres (25,0%). En los jóvenes se reduce esta diferencia por sexo.
    • Por lo que se refiere al consumo intensivo de alcohol (con riesgo de producir problemas agudos), el 13,4% de la población de 15 y más años ha consumido alcohol de manera intensiva al menos una vez en el último año (19,7% de los hombres y 7,3% de las mujeres).
    • El porcentaje de varones que consume alcohol de forma intensiva al menos una vez al mes supera ampliamente al de mujeres en todos los grupos de edad. La menor diferencia se da entre los más jóvenes y aún así los hombres (11,0%) duplican en frecuencia a las mujeres (5,6%).
    • La mayor prevalencia de consumo intensivo se da en hombres de 15 a 34 años: uno de cada 10 se expone mensualmente a los riesgos del consumo intensivo de alcohol y casi uno de cada 20 lo hace semanalmente.
  • Número de suicidios y accidentes de tráfico
    Dos causas de muerte especialmente relevantes son los suicidios y los accidentes de tráfico. El número de víctimas mortales en accidentes de tráfico está descendiendo paulatinamente, no así el de suicidios, que crece lentamente (se ha duplicado en los últimos 25 años), aunque se ha mantenido bastante estable en los últimos 9 años (en torno a los 3.300 suicidios al año). El análisis de estos fenómenos, que son causas externas de la mortalidad de hombres y mujeres, proporciona una coincidencia digna de atención: tanto en accidentes como en suicidios los porcentajes son superiores en el caso de los hombres. Por ejemplo, según el último dato existente, del año 2004, las diferencias eran las siguientes: 3,95 y 12,65%, en el caso de suicidio de mujeres y hombres, respectivamente, y 5,30 y 18,33%, respectivamente, en el caso de accidentes de tráfico.
  • Consumo de drogas
    En 2006, las sustancias que comenzaban a consumir más tempranamente eran el tabaco, las sustancias volátiles (en este caso, una minoría) y el alcohol, cuya media de edad de inicio se situó entre los 13 y los 14 años. Les siguen los tranquilizantes y el Cannabis (14,2 y 14,6 años, respectivamente). Por su parte, la cocaína, el éxtasis, los alucinógenos y las anfetaminas son las sustancias que comienzan a consumirse a una edad más tardía (15,4, 15,5 y 15,6 años, respectivamente). La extensión del consumo de drogas en los estudiantes de 14 a 18 años varía mucho según el sexo. Los chicos consumen mucho más todas las drogas ilegales que las chicas mientras que con el tabaco y los tranquilizantes sucede lo contrario.
  • Accidentes de tráfico durante el 2011 en España: conductores de 18 a 23 años
    • Hombres 8.399
    • Mujeres 2.873

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