Estudio sobre la agresividad infantil
Para saber más
27 de febrero de 1999
por Victoria del Barrio
Doctora en Psicología y profesora titular de Psicología en la UNED
Victoria del Barrio es Doctora en Psicología y profesora titular de esta disciplina en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). La profesora Del Barrio ha trabajado en problemas de psicopatía infantil y evaluación desde hace muchos años, y ha estudiado los problemas especialmente de la depresión infantil. En su carrera profesional cuenta con muchas publicaciones, y asistencia a congresos nacionales e internacionales. Ha presidido la Sección de Psicología Clínica y Comunitaria de la Asociación Internacional de Psicología Aplicada (IAAP), y tiene sobre el tema específico de la depresión infantil dos libros relativamente recientes. También ha trabajado en temas como psicología y salud, ocupándose recientemente del problema del infarto de miocardio y su relación con la psicología. Tiene una amplia experiencia en el tema de la agresión infantil.
La conferencia se centrará en qué es la agresión, por qué se produce y qué se puede hacer para inhibirla. Lo primero que hay que destacar es que la agresión es una emoción, y como todas las emociones, tiene un papel en la vida de los individuos que tiene que ver con la motivación. Es decir, la agresión es una emoción negativa pero sin embargo tiene una función positiva. Esto, aunque parezca increíble, es así: casi todas las cosas que constituyen el repertorio de conductas que caracterizan a un sujeto tienen una función positiva. El problema es el desequilibrio en el ejercicio de esa función.
Para entender esto mejor, hay que ver qué funciones positivas tiene la agresión:
- Consecución de cosas difíciles
- Rechazar el ataque
Ambas funciones están ligadas con la supervivencia. No podríamos sobrevivir (y más en un ambiente natural, nosotros ahora vivimos en un ambiente muy artificial, y naturalmente las características de la agresividad han cambiado también) si no tuviésemos una dosis de agresión, porque no podríamos iniciar una tarea de acción, de consecución, de logro y de éxito de una meta difícil. Y además seríamos víctimas de todos aquellos individuos para quienes fuesemos una dificultad para la consecución de sus metas, porque no tendríamos capacidad de defensa. Basta observar, cuando se está en un parque, a los niños que son más agresivos y a los que son más encogidos, timidos, pacíficos, menos agresivos, más supeditados de alguna manera a la voluntad de los otros; se advierte rápidamente que los más agresivos se llevan los juguetes, se imponen a los otros y los lideran. Y todos sabemos que en el mundo social adulto, los individuos con una cierta dosis de agresividad obtienen unos logros y unos éxitos superiores a los sujetos digamos más «mansos». Esto es la función positiva de la agresión.
Hay muchos estudios que analizan cuándo agreden los niños: lo hacen para conseguir juguetes o usarlos. El 75% de las agresiones infantiles en las primeras etapas de la vida se da en esa relación, porque el juego es una necesidad vital para un niño, y sin embargo la comida y las relaciones se las dan pasivamente, no tienen que luchar por ellas. Si no fuese así, aparecería la agresión en ellas. Pero solo tienen que luchar por jugar, y ahí aparece la agresión en el mundo del niño.
En cambio, la agresión en el mundo adulto se produce (no hay más que abrir un periódico y leer) en la vida sexual y en la laboral. Es decir, en relación con el dinero y con los celos, que tienen mucho que ver con la supervivencia, porque el dinero es el método para funcionar exitosamente en el mundo artificial en el que se mueve un adulto. Y los celos tienen que ver con la consecución de un logro que a última hora tiene que ver con la supervivencia, no solo personal sino de la especie. Hasta aquí hemos considerado las funciones positivas de la agresión.
Pero es evidente que hay una tremenda carga negativa en la agresión, que todo el mundo ha tenido directa o indirectamente experiencia de ella. Directamente, porque cada uno puede haber tenido sus episodios de victimización, e indirectamente porque no hay más que dar al interruptor de la televisión para que nos ofrezcan toda la posibilidad de asistir a actos agresivos; que, por otra parte, parece ser tan interesantes que la gente ve con enorme placer ese tipo de programas, y por eso se hacen tantos. Agredir es atacar física, moral o verbalmente a otro.
Esto quiere decir que hay una cara negativa de la agresión. Hay tres grados de agresión:
- La ira
- La hostilidad
- La agresión propiamente dicha
Teóricamente además es una especie de conglomerado emocional que tiene un continuo: se va de la ira a la agresión en un proceso que se pasa por la hostilidad. En la ira es característico un estado emocional del sujeto, en la hostilidad es característico que se busca ya a un responsable de esa emoción negativa y se tiende a tener actitudes hostiles como su propio nombre indica, es decir, combativas hacia esa meta, ese sujeto o esa institución o cualquiera que se haya considerado como responsable de la situación emocional negativa.
Y por último está la agresividad, que tiene dos canales fundamentales: puede ser psíquica o física.
La agresividad psíquica no es excesivamente peligrosa, parece que no lo es en exceso, pero las consecuencias de una actitud agresiva psíquica produce efectos devastadores en la víctima de esa agresión, y es evidente que el abuso moral, emocional, produce efectos muy negativos en la felicidad del otro, por lo tanto es una agresión, aunque no conlleva peligro en la integridad física o la vida como ocurre con la agresión física.
La agresión física supone un daño en las pertenencias y en el propio cuerpo. Por tanto, la agresión propiamente dicha, la que preocupa a todo el mundo, es la agresión física, porque la consideramos, dentro de las tonalidades posibles de las emociones negativas, como aquella que nos produce efectos más peligrosos.
Causas de la agresividad
No hay una sola causa. No hay nadie que haya decidido que la agresión se pueda explicar de una sola manera. Hay siempre un elemento personal y otro social que intervienen en la explicación de cualquier perturbación y por supuesto también en la agresión.
Aspectos biológicos: Tienen que ver con la genética. Esto se ha comprobado a través del estudio del comportamiento de los gemelos homocigóticos, que tienen una tendencia a tener conductas agresivas en una proporción idéntica, mientras que los hermanos pueden tener una variabilidad muchísimo mayor. Un famoso psicólogo, Godart, ha estudiado una familia llamada Calicat y cuya entera progenia tenía unos gravísimos problemas de agresividad. Se ha llegado a la conclusión, por muchos caminos, de que esta dimensión genética consiste en que unos determinados genes transmiten un cierto tipo de sistema nervioso, ya sea ligado con una estructuración de una forma o con una funcionalidad, como pueden ser los problemas de las hormonas o de los neurotransmisores. Y además están las lesiones, producidas traumáticamente, y que por lo tanto tienen que ver con unas zonas cerebrales que tienen una función emocional que no puede darse con normalidad porque está estropeada la base orgánica en la cual se tiene que realizar esa función, como pueden ser lesiones en los lóbulos frontales o en el sistema límbico. Pero naturalmente pueden ser también de carácter funcional, como agentes químicos, problemas de envenenamiento, simplemente anoxia, que pueden producir lesiones cerebrales que a su vez son las causas de que exista una conducta agresiva en un individuo, generada por esa disfunción o lesión de tipo orgánico. Aquí hay que considerar, naturalmente, que todo individuo que tiene ese tipo de alteraciones (las enfermedades mentales, por ejemplo la paranoia, está asociada a la agresión) tiene una base orgánica, y su tratamiento y dominio o inhibición tiene que estar ligado a los procedimientos que son útiles para actuar sobre el organismo, ya sea la farmacología o la intervención quirúrgica. Todos ellos tienen problemas, porque si se hubiese encontrado la solución a la agresión desde este camino, no tendríamos que enfrentarnos con tanta agresión como hay hoy en la vida de nuestra sociedad.
Aspectos psicológicos: Se pueden enumerara varios aspectos psíquicos que se han relacionado constantemente con la agresión.
- Temperamento: Tiene que ver, también, con un determinado tipo de sistema nervioso. Antes de tener experiencias biográficas o educación, uno tiene un sistema corporal que facilita más o con mayor probabilidad un tipo de reacciones que otras. Los psicólogos especialistas en este tema lo han estudiado a fondo, y tiene que ver con el sistema límbico, y el sistema cortical, y la relación entre uno y otro. La base del comportamiento humano está en la totalidad de la persona, pero hay zonas específicas que están más fuertemente ligadas con una determinada actividad o función del sujeto. El sistema límbico es el que se produce primero, tanto desde el punto de vista evolutivo personal como desde el filogenético. Por lo tanto, es lo que se llama cerebro interno, porque se produce primero, está dentro, es más pequeño. En el sistema cortical, por el contrario, el córtex aparece en la filogenia más tarde, pero además las funciones son las de pensamiento, las lógicas, son lo que podríamos llamar la inteligencia. El sistema cortical inhibe los procesos emocionales cuando el contexto da señales de que no es adecuada una respuesta emocional, y son los sistemas lógicos de pensamiento, de inteligencia, y de cognición los que inhiben la emoción. Los niños, por ejemplo, tienen poca lógica y poco sistema cognitivo intelectual pero tienen unas emociones más fuertes que los adultos. Y a medida que uno es adulto y va generando una actividad mucho más intensa cortical, pensativa, tiene un mayor control del mundo emocional. El temperamento es una forma de actuar previa a la educación y a la experiencia en donde se priorizan unas respuestas respecto de otras. Y en los temperamentos difíciles se priorizan respuestas emocionales, agresivas, impulsivas, poco adaptativas, mientras que en los temperamentos fáciles hay unas connotaciones de control, de percepción de distintas posibilidades y oportunidades. Por lo tanto, el temperamento y la impulsividad son dos elementos del sujeto que están muy unidos con la agresión.
- La frustración: Es un proceso en el que el individuo siente que no puede alcanzar algo que necesita, que no está a su alcance y que no consigue, y ese sentimiento de no alcanzar lo que se quiere produce frustración. Precisamente, la agresión está hecha para superar la frustración y conseguir la meta, lograr lo que se quiere, y el problema está en el equilibrio, en el de saber cuándo es oportuno agredir, hasta dónde y cual es el camino mejor para la obtención de las metas.
- Cociente intelectual: También es un elemento personal que puede ser útil para la inhibición o potenciación de la agresión. Un sujeto que tiene más capacidad de desarrollo intelectual tendrá más instrumentos, más recursos para desarrollar unas reacciones que no sean estrictamente emocionales, que sean más ponderadas, equilibradas y estudiadas. Por eso los niños son mucho más emocionales y agresivos (en pequeña intensidad, pero lo son muchas veces) porque no tienen suficiente desarrollo intelectual; cuando lo alcanzan van adaptándose a las reglas, a las normas de convivencia, a la capacidad de solución de problemas y a la consecución de las metas por otros caminos. Cuando un niño tiene problemas de desarrollo mental, también tiene mayor propensión a resolver sus problemas presentando una conducta de tipo agresivo, porque es el camino más corto entre el deseo y la meta. A veces es más inteligente «dar una vuelta», pero muchos niños no tienen la capacidad de encontrar esa «vuelta» o de controlar su emoción, y por eso un adecuado cociente intelectual tiene una dimensión de posibilitador de control de la emoción y de la agresión.
- Elementos familiares, sociales, externos: Son lo que un autor muy competente en el area infantil, Bronfenbrener, llama el «exosistema». Es la consideración de que el sujeto está incluido en un sistema amplio que le socializa y que le brinda las posibilidades de desarrollo, en él está: la familia, los recursos sociales y la educación, que es el modo en que una sociedad conduce a un niño hacia las metas y las reglas de esa sociedad. En este sentido se puede decir y subrayar que respecto a la agresión, algunas culturas y sociedades son más permisivas que otras. Y esto genera unas ciertas dificultades. Por ejemplo, yo he tenido una dilatada experiencia en el trato con niños gitanos. En los colegios en los que conviven aparecen unos problemas de relación y de agresión impresionantes entre payos y gitanos. Y la raiz del problema está en que la cultura gitana tiene una permisividad muchísimo más alta respecto a la agresión que la cultura paya. Y cuando se pone a dos individuos que vienen de dos educaciones diferentes con permisividades distintas, chocan. Porque hay una serie de sujetos que imponen unas reglas que los otros no aceptan.
Hay unos factores demográficos, y que tienen que ver con lo que ya se ha señalado. Son:
- El sexo: Hay un resultado constante en todos los estudios que se hacen, y es que todos los varones son, y tienden a ser, más agresivos que las mujeres. Naturalmente, se ha interpretado este dato por dos caminos diferentes: uno, que hay un ingrediente hormonal: los niños son más agresivos que las niñas porque la testosterona tiene una relación directa con la agresión. Esto es verdad, pero también lo es que en la fase puberal y produce una bifurcación en la interpretación del rol social de varones y mujeres.Por ello, la agresividad no puede ser solo en relación con la testosterona, tiene también una raíz social. Es decir, que el niño y la niña son educados en patrones diferentes de permisividad de la agresión: «los niños no lloran», «los niños se defienden», «los niños tienen que proteger a las niñas». Eso son «slogans» que la sociedad lanza sobre los niños y constituyen su marco de referencia de perfil de su patrón sexual. Y por lo tanto, la sociedad, en cierta medida, apoya esas diferencias biológicas que hay entre niños y niñas.
- La edad: El mismo patrón se produce en relación con la edad. En todos los casos estudiados los niños más mayores alcanzan unas puntuaciones superiores: a medida que los niños crecen van subiendo sus tasas de agresión. El pico fundamental se produce en la pubertad. Hay que contar con ello de una manera muy seria, porque inhibir la agresión de un niño en la pubertad es casi una tarea imposible. La inhibición de la agresión hay que hacerla cuando es menos intensa. Yo recuerdo que cuando era pequeña tenía un libro en el que había un arbolito muy pequeño que estaban enderezando, y un árbol muy grueso que no se podía enderezar. Esa imagen, que es muy clásica, viene de la literatura latina, puede servir muy adecuadamente para visualizar el posible control de la agresión. No se puede empezar a educar la inhibición de la agresión tarde. La tarea hay que comenzarla precozmente.
Características de un niño agresivo
Vamos a dar las pautas para saber cuándo los padres tienen que poner especial atención para detectar que su hijo es un niño agresivo. Muchas veces es absolutamente evidente, porque cada vez los niños agreden más y con menor edad. Y esto parece que correlaciona con el grado de desarrollo de una sociedad. Yo lo dije respecto de la depresión y lo repito en referencia a la agresión: las sociedades desarrolladas tienen unas ventajas, nos morimos menos y disfrutamos de más cosas, pero también tenemos unas lacras, una de ellas es la depresión, y otra la agresión.
Hay unas características que deben alarmar:
- Agresión al maestro antes de los 6 años: Nunca lo había visto, pero ahora lo he empezado a ver en la clínica: niños muy jóvenes que agreden, no a los niños, que eso ha existido siempre y seguirá produciéndose, sino que agreden a los adultos violentamente. Niños de 3, 4 ó 5 años son agresivos con personas mayores. Es decir, las tasas de agresión de niños entre niños pueden ser más intensas, más frecuentes, pero siempre las ha habido. Pero las de agresividad de niños a adultos empiezan a incrementarse, yo las he comenzado a ver hace unos 12 ó 13 años. Antes no las había visto nunca. Los institutos americanos tienen detector de metales para entrar en las aulas. Hay una serie de conductas previas que indican que eso puede llegar, por ejemplo que los niños agredan al profesorado. Estamos asistiendo a eso continuamente, y viene en los periódicos de manera habitual. El grado de agresión ha subido hasta tal punto, que ataca a un adulto, y esto ya requiere una cierta osadía. Además, agreden a una autoridad, es decir, se producen dos transgresiones juntas.Cuando un niño presenta ese tipo de conductas es un síntoma de alarma.
- La desobediencia muy precoz: Casi todos los niños que llegan a ser agresivos tienen también una desobediencia precoz muy intensa, pero no necesariamente.
- Características individuales:
- Los estilos atributivos: Son las formas de enjuiciar la realidad. Por ejemplo, la interpretación de los otros como una amenaza es precursora de agresión o las creencias que se tienen sobre lo que nos va a dar la agresión y nos va a reportar.
- Los hábitos de conducta como por ejemplo la droga. Hoy día una de las razones por las cuales se ha elevado enormemente la agresión en la calle es por la droga. La droga no siempre vuelve agresivo, algunas veces no se da la agresividad. Lo que ocurre es que la droga es una meta, y además absolutamente necesaria, y como no siempre se puede conseguir, porque es suficientemente cara, hay que agredir para conseguirla. El que un niño esté en relación con la droga es también un precursor de la agresión.
- Las normas de crianza, que pueden potenciar o inhibir la conducta agresiva.
- Los tipos de amigos, que facilitan o no reacciones agresivas
. Comparando la atribución de amenaza en niños agresivos y no agresivos en situación normal y de amenaza se ve que el grado de atribución es mayor en los agresivos, pero hay unas diferencias leves respecto de los niños no agresivos, en función de la primera o la segunda amenaza. La primera acoquina al niño no agresivo, hay una respuesta de atribución que baja, y sin embargo en la segunda el no agresivo empieza a pensar que aquello es en serio, y empieza a hacer una atribución correcta de agresión. Y sin embargo, los agresivos van «in crescendo»: a medida que hay amenazas son cada vez más agresivos. Esto es importante, porque quiere decir que conservar a los niños en ese estadio sin amenazas es un inhibidor de la conducta agresiva, y que si nosotros amenazamos a un agresivo, corremos más riesgos. Eso lo sabe muy bien la policía, y a veces hace recomendaciones al respecto. - La imitación de la agresividad
Existe un estudio muy famoso y muy interesante de Bandura sobre los niños que ven una película donde hay niños agrediendo a un muñeco y que posteriormente juegan con ese mismo muñeco en la realidad, hacen exactamente lo que han visto. Sin embargo, entre los niños que no han visto esa película y son sometidos al mismo juego con ese muñeco, hay algunos que agreden, pero otros no. En cambio, entre los que han visto la película, todos agreden al muñeco. Este estudio está relacionado con los procesos de aprendizaje social de la agresión. Muchas veces nos planteamos que los niños ven agresión en cantidad en la televisión. La preferencia por ver programas violentos en la televisión correlaciona la agresividad propiamente dicha. Un estudio de Huesman seleccionó a 211 niños, y los siguió desde los 8 años hasta los 19, para ver qué sucedía. Y es que la agresión, desde el punto de vista social, se imita. Hay modelos agresivos que se copian. Los niños de 8 y 9 años que ven programas agresivos no correlaciona con esos mismos niños a la edad de 18 y 19. Los gustos cambian, y los niños que en un momento dado de su vida son proclives a ver programas, en otro momento no lo son. Ahora bien, aquellos que ven preferentemente programas agresivos en la televisión correlacionan con la agresividad en el futuro.
Es decir, que la agresión es la que manda la preferencia y la permanencia, las dos cosas.
Quiero hacer la salvedad, porque me da miedo que se generalicen las cosas muy alegremente, de que si los niños fueran agresivos exclusivamente porque imitaran lo que ven, como sostiene Bandura, estaríamos todos muertos. Los niños imitan la forma de agredir, pero los motivos por los cuales agreden son diferentes.
Qué efectos reales tiene la televisión sobre los niños:
- Incrementan el miedo: hay niños que se aterran y tienen pesadillas, e incrementan el miedo a ser atacados.
- Se desensibilizan hacia la violencia, y esto es muy grave. Porque como ya la han visto, no se asustan de ella, admiten más violencia. Y para entender una cosa como violenta tiene que alcanzar unos grados nunca vistos, y eso es altamente difícil.
- Incrementan los apetitos violentos.
- Incremento del número de violaciones.
Son efectos negativos, no sólo hacia la violencia, sino también hacia el miedo a ser víctimas de ella.
Cómo perdura la violencia en los niños hasta la edad adulta
La violencia es mucho más alta en los varones que en las hembras. En un estudio muy serio que se ha hecho sobre el tema, (Huesman) se ve la correlación que hay entre la violencia en la infancia y en la edad adulta. Si la violencia es baja o media en la infancia, hay poca correlación. Pero si un niño es muy violento, la correlación es altísima. Y lo mismo sucede a las niñas, aunque con un patrón muchísimo menos llamativo. Cuando una niña sale difícil y es violenta, es bastante agresiva, porque ha sobrepasado los patrones sociales que son de una inhibición de la violencia en las niñas muchísimo mayor. Sin embargo, es evidente que son muchas menos niñas las que agreden y son mucho además otro tipo de delitos.
Yo he estado trabajando en lo que antes eran reformatorios, y que ahora han desaparecido. Y allí, todos los que estaban en los reformatorios masculinos, estaban por delitos de violencia o por robo. Y todas las niñas, lo estaban por delito sexual, porque no está permitido tener relaciones sexuales a una determinada edad, y habían sido denunciadas por sus padres, la mayor parte de las veces. Es decir, que incluso la transgresión de la norma en las niñas es diferente. Entre las agresiones en niñas había muy pocas con robo, y casi todas las de delincuencia ligadas a un compañero sexual que a su vez era el jefe. Por el contrario, los niños eran siempre delitos de robo o de ataque.
Aspectos sociales de la violencia en los niños
La sociedad penetra en un niño a través de su familia. Ésta es el puente entre la sociedad y el individuo, y este puente lo traza, lo construye con las normas de educación. La familia educa a los niños, y lo hace con unas determinadas normas. Hay unas características personales para educar, siempre se educa a un sujeto, y éste es más fácil o más difícil de educar, porque tiene unas condiciones que vienen dadas «a nativitate», desde su nacimiento, a través de un determinado temperamento. Que a su vez se educa a través de una cierta historia, que tiene que ver con la satisfacción matrimonial: es mucho más fácil educar a los niños dentro de la concordia que dentro de la discordia. Un matrimonio, en concordia o discordia, con más o menos dificultad, inicia una tarea de educación de su hijo, de crianza. Me gusta más decir «crianza» que «educación», porque esta última está totalmente focalizada en el mundo intelectual y como resultado de la actividad que realizan los maestros, y sin embargo la palabra «crianza» tiene una raigambre en nuestro idioma mucho más ligada a aquello que los padres hacen con los hijos, que es proporcionarles alimento, físico y psíquico, eso es criar. Por eso se decía «este es un niño biencriado o malcriado», cosa que ahora se usa menos, pero que estaba muy bien, y a mi me gusta mucho esa utilización más global de la palabra «criar». La crianza se organiza con tres elementos fundamentales:
- Una generación de las leyes.
- Una imposición de leyes.
- Afectividad
Generación de las leyes: No se pueden tener leyes que no se cumplan, eso son las familias laxas, y estas generan problemas de agresividad, porque los niños no saben a qué atenerse, ni qué hacer, no distinguir lo que está bien de lo que está mal, porque nadie se lo ha dicho. Y naturalmente, estas leyes tienen dos vertientes, una es la verbal y otra la ejemplificante. Hay padres que dicen: «No se puede chillar, no chilles», pero lo dicen a gritos. Esto es una contradicción entre el modelo y la ley. Y los niños, cuanto más pequeños son, más aprenden por modelos. Son «monos de imitación». No atienden a lo que oyen, porque eso es muy cortical (los niños tienen un mundo emocional) sino que atienden a lo que ven. Imitan a los adultos. Por tanto, las leyes tienen que ser coherentes, tanto en su contenido como en su presentación como modelos. Y los padres tenemos que ser conscientes de que contravenimos continuamente esto, todos. Pero tenemos que ser conscientes de que estamos dando mensajes contradictorios, y estos son confundentes, y las confusiones son muy malas para dirigir a nadie.
Imposición de leyes: El poder legislativo tiene que tener un poder ejecutivo, porque si no, nadie cumpliría las leyes. Por lo tanto, los padres son un poder respecto de los hijos, y ejercen ese poder. Este es omnímodo cuando el niño es muy pequeño, pero está en sujeto a absoluta erosión que hace crisis en la adolescencia. Todos los padres saben que cuando llega esta edad los hijos no hacen ningún caso, y solo algunos que están un poquito más socializados van «capeando» más o menos el temporal.
Afectividad: Pero efectivamente, cuando un niño es muy pequeño hace todo el caso, y el poder más grande que puede tener un padre (y mayor cuanto más pequeño es el hijo) es el amor que haya generado en su hijo. Esta es la gran motivación, la «autopista del poder» entre un padre, una madre y su hijo. Los hijos hacen lo que quieren sus padres para contentarles. Uno de los castigos mayores que puede haber para un niño es que la madre o el padre les diga «no te quiero», porque eso es terrible. Por lo tanto, nosotros como padres tenemos un poder increíble, omnímodo, que es el haber generado lazos afectivos con los hijos.
Naturalmente hay ocasiones en las que esos lazos afectivos no funcionan bien porque el niño está fuera de sí, porque quiere hacer una cosa que no puede hacer, y naturalmente existe el poder coercitivo, que es sentarle en una silla, darle un azote, castigarle sin ver la televisión, que no salga con sus amigos, que se vaya a su cuarto, que haga los deberes, etc. Eso existe, se usa, y eso es la vida. Todos estamos sometidos a esos poderes coercitivos a lo largo de toda nuestra vida, y no hay que asustarse por ello.
Lo malo es cuando el poder coercitivo, el poder físico, es a su vez agresión, ese el problema. Yo no soy un psicólogo que piense que no se le puede dar un azote a un niño, por supuesto que sí, cuando el niño tiene menos de tres años. Lo que ocurre es que casi todos los padres confunden la evolutiva y empiezan a usar el azote después, porque dicen «ay, es tan pequeñito, pobrecillo…» Pero es que es el momento, primero se anuncia y luego se usa. Y cuando el niño sabe que eso es así, al llegar a los seis años ya sabe que con el anuncio tiene suficiente. Y además no es necesario llegar a a pegar a un niño, sólo en unas condiciones, a veces muy concretas, en donde el niño no razona, y corre unos ciertos peligros, él u otro. Eso es normalmente la razón por la cual se produce a veces un incremento. Como a veces hay que usarlo, hay gente que lo usa más de la cuenta, recordemos la permisividad respecto de la violencia.
Hay un tipo de niños que necesitan a veces el castigo o la corrección más veces de las normales, y entonces ahí se produce una especie de «pescadilla maldita que se muerde la cola». El niño se pone difícil, el padre agrede, el niño al ser agredido se vuelve más difícil y el padre tiene que incrementar su agresión. Yo he oído muchas veces en situación clínica la frase «o lo dejo o lo mato» y esa es justamente la radiografía de la escalada de un relación de violencia. Porque llega un momento en que el padre se da cuenta, y además normalmente eso ocurre siempre en la pubertad, de que el hijo va siendo cada vez más violento, que no puede dominarlo, y entonces aparece esa frase terrible. Porque ya la intensidad del castigo no sirve.
Yo por ejemplo he trabajado mucho con niños difíciles, y recuerdo perfectamente a un niño de 8 años, cuyo padre le daba unas palizas horrorosas, y entonces el niño solucionaba el problema huyendo de casa. El padre solucionaba el problema atándolo a la cama, y el niño solucionaba el problema llorando, y como lloraba producía una excitación y como consecuencia el padre, en estado de excitación, le pegaba al niño atado a la cama. Y a veces terminaban, como ocurre en muchísimas ocasiones, en la casa de socorro.
Es decir, así como digo que es posible pegar un azote a un niño cuando es muy pequeño, también digo que no es posible pegar a un niño si hay que hacerlo todos los días o intensamente. Si esto ocurre, quiere decir que necesitan un psicólogo, evidentemente. No puede hacerse una escalada de violencia, por dos razones: primero, porque necesitará más violencia, y segundo, porque el niño se hará más violento. Si se utiliza un método para inhibir una conducta que se está alentando, quiere decirse que ese método es imposible. Los hábitos de un niño son adaptativos cuando se produce un equilibrio entre la agresión y la sumisión. No puede haber un niño que por lo buenísimo y obediente que es, esté bien educado si es excesivamente sumiso. Los padres tienen que ser los jinetes que sepan soltar y recoger la rienda. Es una tarea difícil, las escuelas de padres también existen, y hoy son necesarias porque ha cambiado el mundo muchísimo. Antes cada padre generaba unas normas de crianza que eran las que le habían enseñado en el propio ejercicio de los padres sobre su educación. Y el mundo era bastante homogéneo y las cosas rodaban bastante bien, pero hoy día la aceleración enorme del mundo, el cambio social importantísimo y la variación en los valores tan violenta, ha generado una inseguridad paterna respecto a qué es lo mejor, qué puedo hacer, qué es lo correcto, dónde me paro, cuánto debo conceder, y esto genera unos problemas de indecisión muy grandes que son muy inconvenientes para una educación correcta de un niño.
Si los hábitos se generan sobre un niño fácil, todo marcha muy bien, pero si se intentan generar sobre un niño con temperamento difícil, vamos hacia un problema de incompatibilidad, de generación de violencia, de transgresión de leyes, que terminan habitualmente muy mal.
Escudos para la prevención de la agresividad infantil
Lo que se puede hacer para prevenir la conducta agresiva es:
Procurar unas buenas relaciones familiares: Es decir, siempre es mucho más positivo el amor que el castigo, el pasarle la mano por el hombro a un niño es más eficaz que darle con la fusta. Cuanto mejores son las relaciones, más fácil es inhibir la agresión de un niño.
Ser un buen ejemplo, es decir no someter a un niño a un modelo agresivo. Los niños imitan todo, pero más los modelos próximos, y los padres son los modelos más cercanos, y luego inmediatamente en la pubertad son sus compañeros y sus ídolos y aprenden en esa dirección.
Fomentar la autoestima: Cuando una persona tiene autoestima, posee también asertividad, que es justo el equilibrio entre la agresión y la sumisión. Uno es asertivo cuando sabe defenderse sin atacar, y justamente esa es una de las metas de lograr la autoestima de un individuo. Porque la autoestima genera seguridad en uno mismo. Si a una persona se le dice «eres un desastre, no sirves para nada, hay que ver lo desmelenado que eres…» , es decir si uno fomenta la imagen negativa, produce inseguridad, y ésta genera agresión. Sin embargo, cuando uno está convencido de que es eficaz, activo, que puede hacer las cosas y las puede lograr, no necesita la agresión.
El apoyo social: Cuanto más apoyo social tiene un niño, menos necesidad tiene de lograr cosas de una manera violenta. Por eso se producen unas tasas de problematicidad y agresividad más altas en las clases sociales deprimidas, donde los apoyos son menores. Se vuelve a producir el mismo efecto que la seguridad personal, que es la autoestima. Esto es una «seguridad social», cuando uno tiene una cierta seguridad, también es menos agresivo.
Incrementar las habilidades sociales de los niños: Cuando uno incrementa la habilidad social de un niño, lo que le está dando es posibilidades de resolver sus problemas y conseguir sus metas mucho más fácilmente. Si uno sabe relacionarse con los demás, pedir a los demás, no necesita tanto agredir, porque uno se encontrará mejor con los demás.
Enseñar el autocontrol: Es más difícil que esto lo hagan los padres, se suele hacer más técnicamente, lo hacen más fácilmente los expertos en la materia. Los padres lo enseñan en la generación de hábitos adecuados, pero naturalmente cuando eso no se logra por los caminos normales, se puede conseguir por los profesionales.