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Celos Infantiles

Ante la llegada de un nuevo miembro en la familia, los padres además de pensar que sus hijos se beneficiarán aprendiendo unos de otros, sienten inseguridad de que se enfrenten y surjan conflictos. La rivalidad es algo normal, es una competencia por obtener el cariño de los padres que sin sobrepasar un cierto grado ocurre con normalidad en todas las familias.

Depende de los padres que este «grado de normalidad» no sobrepase los límites de tranquilidad en la familia. El primer paso se dará bastante tiempo antes del nacimiento; alrededor del segundo trimestre de embarazo se debe informar al niño, mejor ambos, padre y madre, sin fantasear. Hacer ver al hijo que el nuevo miembro es de todos, es «nuestro bebé» y todos le querremos y cuidaremos.

También les dará buen resultado hacer participe a su hijo en los preparativos del hermanito; dejarle opinar sobre la nueva habitación y si hay que cambiarle a otra, hacerlo al principio para que no sienta que el «bebé» le quita su dormitorio.

Cuando tengamos oportunidad de visitar algún amigo que haya tenido un hermano, debemos hacerlo para que se familiarice con los comentarios cariñosos e inevitables hacia el bebé y vaya normalizando su trato con un niño pequeñito.

Es muy aconsejable que escuche los latidos del corazón y sienta sus «pataditas» Siempre deberán los padres dejar claro al niño que le quieren mucho, así como al bebé, y que el cariño no va a disminuir cuando vega el nuevo miembro. Dejarle claro que no va a perder su puesto.

Cuando el nacimiento del hermanito se produzca en una etapa evolutiva en la que el niño es vulnerable ha de tenerse mucho cuidado porque pueden producirse situaciones de celos intensos. Algunas de estas etapas son:

  1. El destete.
  2. Dormir en una habitación distinta a la de los padres.
  3. Etapa de logro de control de esfínteres.
  4. Entrada al Preescolar.

Un buen momento para elegir la llegada de un bebé sería hacia el año y medio o dos años, aunque como hemos dicho, no es posible evitar por completo que el niño experimente una pérdida de privilegios y «exclusión» con la madre.

El primer sentimiento de rivalidad y sensación de perder esa «exclusividad» con su mamá la tiene el niño cuando descubre que a ésta le gusta hacer otras cosas y con otras personas además de con él, por ejemplo con su papá. Asumir este triángulo ya supone una gran decepción.

Los celos en sí mismos suponen que el niño cree perder lo que piensa que ha tenido. También existen los celos con envidia que sería querer conseguir lo que el niño cree no tener porque lo tiene el otro.

Hay padres que consideran «malo» que el niño sienta celos y creen que esto es un defecto. Pero debemos conocer que los celos son universales, es decir, forman parte de las características de todo el ser humano y que desaparecerán cuando con el paso del tiempo comprueban que no hay motivos.

Para que la inquietud del niño dure lo menos posible es muy bueno hablar sobre estos sentimientos. Hablar supone que los niños son conscientes de lo que les está pasando y que también tienen confianza en que sus padres podrán ayudarles. Además, tendrá un efecto relajante al saber que no son los únicos a los que les ocurre algo así.

¿Cómo se manifiestan los celos en los niños?

Son tan múltiples las formas como los individuos o las familias. Pero destacaremos algunos comportamientos fácilmente observables y frecuentes:

  1. Rivalidad abierta: se manifiesta de forma verbal hacia el otro: «no quiero al hermanito», «quiero que te lo lleves», etc.
  2. Actuaciones agresivas hacia el bebé: de la palabra se pasa a la acción; el niño le quita los juguetes a su hermano, le tapa la nariz, etc.
  3. Hostilidad hacia la madre: con formas de actuación que saben que molestan a la mamá: «desobedecer», «oposición sistemática hacia lo que se le pide», etc.
  4. Hostilidad hacia sí mismo: «te vas a enfadar conmigo»…
  5. Regresar a comportamientos más infantiles: «ponme el chupete», «hablan como si fueran más pequeños», etc.

Dentro de cada familia los niños encontrarán la primera ocasión para relacionarse, para resolver situaciones conflictivas y para ubicarse en un núcleo social. Considerando la importancia de este punto también debemos valorar el lugar que el niño ocupa en el ámbito familiar. Los niños que tienen hermanos tienen el entrenamiento cuando llegan a la escuela.

No hay ninguna posición más o menos favorable. Cualquier lugar que se ocupe entre los hermanos tiene ventajas o inconvenientes. Veamos no obstante, algunas características generales y típicas:

  • EL PRIMOGÉNITO. En él se depositan todas las expectativas e ilusiones de sus padres. También en él se aglutinan las inseguridades y temores e inexperiencias. Ha sido único por un tiempo y recibe con la llegada del hermano un duro golpe a su soberanía. Suele ser el modelo y posee cierta autoridad pero también sufre una gran sensación de responsabilidad.
  • EL MEDIANO. Puede que sea ésta la posición más difícil. A veces es demasiado mayor para estar con los pequeños y demasiado pequeño para estar con los mayores. Simultáneamente se juzga con arbitrariedad su madurez: a veces es mayor, a veces es pequeño. Sin embargo suele gozar de un éxito social y soltura que no tendrá su hermano mayor.
  • EL BENJAMÍN. Suele tener dependencia respecto a sus hermanos y con ello será más difícil alcanzar independencia y autonomía. Pueden achacarse a esta posición la inseguridad, testarudez e inestabilidad.
  • EL HIJO ÚNICO. Es depositario de la dedicación a tiempo completo de sus padres, de su cariño y protección. Ello puede suponer que sea caprichoso o egoísta. Aunque pudiéramos pensar que no tienen celos, no es así. Sufren por el temor a perder el amor de sus padres, de molestarles, etc. pueden sufrir celos de un amiguito.

¿Es normal que se peleen y discutan?

En todas las familias se producen roces, fricciones y peleas que suelen molestar a los padres. Cuando la diferencia de edad entre los hermanos es poca se producen mayores conflictos. Por regla general cuanto más celosos se sientan los hermanos entre ellos, más tendencia tendrán a discutir y pelear.

Siempre que no haya consecuencias graves es bueno dejar que solucionen ellos mismos los conflictos en la familia para que luego sepan resolverlos también fuera de ella. Sólo se ha de intervenir si el daño que pudiera hacerse fuera grande. Se deberá procurar no proceder injustamente, escuchando ambas versiones y sin aventurar hipótesis sobre quién comenzó. Es importante que puedan expresarse verbalmente, mostrar sus desacuerdos, sin llegar a pegarse.

Los celos aparecen cuando nos sentimos en desventaja frente a otra persona y algo que poseemos, o deseamos poseer puede llegar a ser alcanzado por esa otra persona.

Esta situación de desventaja puede ser real o imaginaria, sin embargo poco importa a la hora de abordar los celos. Un niño que tiene celos está sufriendo y esto es lo realmente importante.

Un niño puede sentirse muy seguro en algún aspecto de su vida e inseguro en otro. Por ejemplo un niño puede ser brillante en los estudios, lo cual le aportará una gran seguridad a la hora de enfrentarse a cualquier situación académica, pero sentirse «inferior» en el ámbito familiar y será en este medio donde pueden aparecer los celos.

¿Cuándo se dan?

El nacimiento de un hermano es una de las causas más comunes. Si la diferencia de edad entre los hermanos es de menos de tres años probablemente surgirán los celos. Lo que debemos hacer es preparar a nuestro hijo para la llegada del bebé, pero no hablándole continuamente del él durante los nueve meses, esto podría cansarle, aburrirle y perdería la ilusión. Simplemente se le debe hablar de su hermanito de manera natural, sin forzar el tema, contarle los cuidados que necesitará el nuevo miembro de la familia, etcétera.

Aún así, una vez que nazca su hermano puede que sea inevitable que surjan los celos. No debemos olvidar que si hasta entonces ha sido hijo único estaba recibiendo el 100% de nuestra atención y la llegada de un hermano supone compartir, e incluso disminuir ese tanto por 100. Muchas veces ocurre lo que los profesionales llaman regresión. Es una especie de vuelta atrás en la que el niño empieza a comportarse incorrectamente. Puede volver a querer utilizar pañales, que llore continuamente, que vuelva a chuparse el dedo, a mojar la cama por las noches… No es más que una manera de expresar los celos sin palabras, una forma inadecuada de llamar la atención. Y justamente por esto, porque es inadecuada lo mejor es no acceder a sus peticiones en ese momento en el que está llevando a cabo estas conductas. Lo que debemos hacer es intentar que las cosas más normales propias de su edad sean geniales, que se de cuenta que no necesita volver a comportarse como un bebé para seguir siendo genial.

La llegada de un hermano no es la única situación que puede provocar celos en un niño. Cualquier situación en la que el niño deba enfrentarse a nuevos desafíos le creará inseguridad, un cambio de casa, de escuela, la separación o el divorcio de sus padres, incluso la consecución de grandes éxitos por parte de otros hermanos u otros niños cercanos a que él.

Cómo actuar ante los celos

Lo primero que debemos hacer es prevenir. Y se previene preguntándonos cuáles son las necesidades de cada uno de nuestros hijos. Estas necesidades no suelen ser las mismas para todos. No es lo mismo querer que sentirse querido y lo que un padre debe intentar es que su hijo se sienta querido, que su hijo sienta que sus necesidades están cubiertas. Tu hijo pequeño puede necesitar un beso antes de irse a la cama, pero puede que el mayor necesite un beso y un abrazo. La solución ante los celos no es tratar a todos por igual, cada uno es diferente y se merece ser tratado de manera diferente según sus necesidades.

Si uno de tus hijos siente celos de otro no le etiquetes jamás. A ellos tampoco les gusta tener este sentimiento y si tú le haces comentarios como «pero mira que eres celoso» lo único que conseguirás será entrar en un círculo: Él se sentirá peor, culpable, aumentará su inseguridad y, por tanto, aumentarán sus celos.

Para empezar analiza si realmente tiene o no motivos para ello. Si no los tiene, no entres en explicaciones racionales. La mayoría de las veces los celos son ilógicos e infundados pero si tratas que el niño se de cuenta de ello volveremos a entrar en el mismo círculo. Lo que debes hacer es que tu hijo se sienta comprendido, no juzgues sus sentimientos, trata de llegar al fondo del asunto teniéndolos siempre presentes y haciéndole ver que te importa por qué está sufriendo. Aunque la mayoría de las veces es inevitable, intenta no hablar de quién tiene celos, lo principal en ese momento es él.

Procura evitar las comparaciones, tanto entre tus hijos como entre ellos y sus amigos. En las comparaciones siempre hay uno que es «menos que» otro, aunque, por supuesto, no sea esa tu verdadera intención. Los celos suelen presentar una mayor intensidad entre niños del mismo sexo y de edades semejantes, ya que la probabilidad de que sean objeto de las «odiosas» comparaciones es mucho más alta que si uno tuviera seis años y el otro diecinueve.

Si tu hijo demuestra sus celos con conductas inadecuadas no intentes disminuir sus sentimientos con tu atención, besos o abrazos. Si lo haces aprenderá que siempre que recurre a esas conductas consigue directamente lo que quiere y no se molestará en buscar conductas alternativas y adecuadas para conseguir destacar.

Recuerda que un niño que se siente seguro del puesto que ocupa en la familia no tiene porqué sentir celos de nadie. Crear un ambiente familiar en el que siempre esté presente la aceptación y el respeto es una manera perfecta para que tus hijos no tengan celos, y no sólo en el ámbito familiar, sino también fuera de él. No olvides que este ambiente de tranquilidad familiar es muy importante para que la autoestima de tus hijos sea una autoestima fuerte y segura, cosa que sin duda les ayudará cuando surjan situaciones en las que, es posible, se encuentren en desventaja durante su vida.

La presencia de un nuevo miembro en la familia, normalmente un recién nacido, trastoca de forma inevitable el ritmo habitual de un hogar. Se trata de un ser indefenso que requiere todas las atenciones de, al menos, un miembro de la familia, la madre, normalmente.

El enfermo imaginario

Lo curioso de los celos -lo que, por supuesto, los niños desconocen- es que actúan exactamente al contrario de lo que deberían, para conseguir que alguien les quiera. Los menores se valen de mil artimañas para llamar la atención. Una de las más frecuentes es el dolor. Se quejan constantemente de que les duele la tripa, los pies, el hombro y, si se les apura, les duele hasta el pelo.

Por eso, hasta que la madre reacciona y se da cuenta de que no se trata más que celos, son frecuentes las visitas al pediatra, que jamás encuentra nada de importancia. Tampoco es extraño que el niño empiece a hacerse pis en la cama o se vuelva más travieso e incluso agresivo. No se puede decir, por tanto, que sean inofensivos. Hay que luchar contra ellos desde el principio, ya que nunca se sabe hasta dónde pueden llegar.

El doctor Valls Juliá, consultor pedagógico, aconseja a las familias que se encuentren en una situación similar, «que atiendan a su hijo, que estén a solas con él, que le traten individualmente, pero que no le consientan todo lo que pide». Porque los niños no tardan en comprender que los celos cumplen una función. Forman parte de las medidas de defensa y de la consecución de privilegios. Poco a poco se van dando cuenta que «mostrarse celoso» les reporta beneficios. Aprenden el sistema para ganarse un premio y lo utilizarán cuantas veces crean necesario para conseguir un buen resultado.

Tratamiento

Aunque son más frecuentes los celos de los mayores hacia los más pequeños, no siempre tiene por qué cumplirse esta norma. Si la familia está compuesta por varios hermanos, y los progenitores ceden al chantaje del celoso, los demás seguirán la misma actitud cuando vean que también ellos pueden conseguir privilegios.

Así pues, la medida más importante que deben tener en cuenta los educadores a la hora de atajar los celos es no premiarlos. No aceptar los chantajes de un hijo, por pequeño que sea el niño o el chantaje. Mantener la calma en cualquier situación. Con naturalidad y alegría se puede superar, hasta el mayor de los arrebatos de celos infantiles.

Lo primero que debemos hacer es prevenir. Y la manera de hacerlo es preguntándonos cuáles son las necesidades de cada uno de nuestros hijos. Estas necesidades no suelen ser las mismas para todos. No es lo mismo querer que sentirse querido y lo que un padre debe intentar es que su hijo se sienta querido, que su hijo sienta que sus necesidades están cubiertas.

Tu hijo pequeño puede necesitar un beso antes de irse a la cama, pero puede que el mayor necesite un beso y un abrazo. La solución ante los celos no es tratar a todos por igual, cada uno es diferente y se merece ser tratado de manera diferente según sus necesidades.

Si uno de tus hijos siente celos de otro no debes etiquetarlo jamás. A ellos tampoco les gusta tener este sentimiento y si tú le haces comentarios como «pero mira que eres celoso» lo único que conseguirás será entrar en un círculo: Él se sentirá peor, culpable, aumentará su inseguridad y, por tanto, aumentarán sus celos.

Para empezar analiza si realmente tiene o no motivos para ello. Si no los tiene, no entres en explicaciones racionales. La mayoría de las veces los celos son ilógicos e infundados pero si tratas que el niño se de cuenta de ello volveremos a entrar en el mismo círculo. Lo que debes hacer es que tu hijo se sienta comprendido, no juzgues sus sentimientos, trata de llegar al fondo del asunto teniéndolos siempre presentes y haciéndole ver que te importa por qué está sufriendo. Aunque la mayoría de las veces es inevitable, intenta no hablar de quién tiene celos, lo principal en ese momento es él.

Procura evitar las comparaciones, tanto entre tus hijos como entre ellos y sus amigos. En las comparaciones siempre hay uno que es «menos que» otro, aunque, por supuesto, no sea esa tu verdadera intención. Los celos suelen presentar una mayor intensidad entre niños del mismo sexo y de edades semejantes, ya que la probabilidad de que sean objeto de las «odiosas» comparaciones es mucho más alta que si uno tuviera seis años y el otro diecinueve.

Si tu hijo demuestra sus celos con conductas inadecuadas no intentes disminuir sus sentimientos con tu atención, besos o abrazos. Si lo haces aprenderá que siempre que recurre a esas conductas consigue directamente lo que quiere y no se molestará en buscar conductas alternativas y adecuadas para conseguir destacar.

Recuerda que un niño que se siente seguro del puesto que ocupa en la familia no tiene porqué sentir celos de nadie. Crear un ambiente familiar en el que siempre esté presente la aceptación y el respeto es una manera perfecta para que tus hijos no tengan celos, y no sólo en el ámbito familiar, sino también fuera de él. No olvides que este ambiente de tranquilidad familiar es muy importante para que la autoestima de tus hijos sea fuerte y segura, cosa que sin duda les ayudará cuando surjan situaciones en las que, es posible, se encuentren en desventaja durante su vida.

Los celos entre hermanos pueden ser preocupantes e incontrolables si se prolongan en el tiempo

La edad crítica de los niños para sufrir por la pérdida de protagonismo está entre los cuatro y cinco años, según los psicólogos
«El mayor siente que puede perder el cariño de sus padres porque tiene una forma de comprender el mundo egocéntrica -la entiende desde su punto de vista-«, explica María Jesús Fuentes Rebollo, miembro del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Málaga (UMA). «Esa forma de pensar es propia de niños menores de seis años, edad en la que su conducta evoluciona y tienen otra capacidad de razonamiento», añade esta experta en psicología infantil que alerta de que si a partir de esos años el niño continúa manifestando síntomas de celos es probable que necesite ayuda profesional. También lo es cuando se agrava su conducta, empieza a tener problemas en la escuela y tiene alteraciones permanentes en el sueño o en los hábitos alimenticios, suponiendo todo un cambio en la vida familiar.

¿Por qué tienen celos?

«La característica esencial del celo es el miedo, un gran miedo a perder a la figura amada, que en el caso de los niños suele ser la madre», afirma Manuel Jiménez Hernández, profesor de Psicopatología Infantil y Juvenil en la Universidad de Málaga, quien especifica que partiendo de esta definición «se puede entender que la situación más propicia que va a dar lugar a los celos es la presencia de un nuevo hermano».

Solamente el hecho de anunciar el embarazo puede provocar en el hijo una reacción de celos, aunque normalmente las manifestaciones surgen cuando comienza a haber una transformación en la vida del niño. «Los celos infantiles son normales y es una reacción que se produce ante un cambio en el sistema familiar. Cuando no se superan, cuando permanecen en el tiempo, cuando los síntomas que consideramos normales se agravan o aumentan es cuando hay que preocuparse», manifiesta Fuentes.

«Es más frecuente cuando los niños se llevan pocos años, 2, 3, 4 a lo sumo, y, sobre todo, en el primogénito porque la familia está organizada para atender a un sólo niño», aclara la experta en psicología, quien coincide con Jiménez cuando éste detalla casos reales: «Muchas veces el motivo de sacar a un hijo del dormitorio de los padres es porque viene un hermanito y hay que hacerle sitio, otras veces se echa mano de una persona para que ayude en la casa y obligan al niño a pasar más tiempo con ella». «Hay una serie de cambios que anuncian al hijo mayor una amenaza en el horizonte», añade este especialista en temas clínicos.

Pelea por los juguetes

«Lo normal es que los niños hoy día se lleven entre sí 2 o 3 años de diferencia y el nuevo bebé aparece como una amenaza en la vida del más grande, pero luego ve que interfiere poco en sus actos, está quieto, no se mueve», explica María Jesús Fuentes para apuntar que lo peor es cuando tienen 4 ó 5 años: «El otro comienza a andar, le quita los juguetes y cuando acude la madre le dice que tiene que cuidar al pequeño, que las cosas son de los dos, pero él todavía no lo entiende».

Luego la situación se controla y a partir de los 6 y 7 años el niño ve en su hermano un compañero de juego al que puede manipular y que lo considera un modelo a seguir. «Es la evolución normal, las relaciones son ahora de cooperación y, por otra parte, ya no necesitan la intervención de la madre», subraya Fuentes.

Pero cuando surgen las discusiones entre los niños, originadas por el comportamiento del celoso, o cuando éste hace algo inadecuado, hay que tener en cuenta que «nunca se van a superar los celos castigándole porque ellos no son conscientes de lo que hacen», apunta Manuel Jiménez.

El relaciones públicas

A su corta edad, el primogénito no es capaz de asimilar el cambio, ya que antes toda la atención era para él y ahora ha de ser compartida por alguien. Sin embargo, también existe otra estructura familiar en la que se instalan los celos: en las familias numerosas de tres hijos «el segundo puede ser el que lo pasa peor porque está entre el primero que es el mayor y el que tiene más privilegios, y el menor, que acapara toda la atención de los padres», apunta Jiménez, quien asegura que a estos niños se les suele llamar entre los psicólogos «El relaciones públicas» porque «solventan sus problemas buscándose alianzas fuera de la familia, en los amigos o en otros familiares».

Sin embargo, «los celos son más frecuentes en las familias de dos hijos que en las numerosas», según la psicóloga de la UMA, porque la atención está más repartida. Igual ocurre en los pueblos, «allí, los niños no están tan apegados a la madre. Está la vecina, la abuela, mientras que en la ciudad, sólo existe la pareja», admite Jiménez.

Las relaciones entre los adultos son otro motivo de referencia en el niño celoso, ya que «muchas parejas no están preparadas y suelen discutir porque no saben llevar la situación», explica Jiménez. Por su parte, Fuentes señala que los padres «deben de estar de acuerdo en el criterio educativo, en cómo intervenir con el pequeño y con el mayor, en repartir la atención y estar todos juntos haciendo cosas divertidas».

Bibliografía sobre celos

  • Mª VICTORIA TABERA GALVÁN: «¡Claro, y yo qué!» Los celos infantiles. TELENO Ediciones, S.L. Madrid, 2003

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