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Rebeldía en la adolescencia

Para saber más

Muchos padres y aún mas profesores nos escriben para solicitar “pautas de comportamiento ante la rebeldía adolescente” como si existiera una receta mágica para tratar el comportamiento disruptivo, el “mal del momento” diría yo. Y no es que no se conozcan hoy, y tratado desde hace siglos los problemas educativos de la adolescencia. El problema actual, el mal del momento, es que no se tratan.

El mal actual y grave como muy gráficamente nos indican los adultos responsables es que las primeras faltas, las primeras fechorías, las primeras veces que los adolescentes rebeldes dañan conscientemente las normas elementales de convivencia: se perdonan sin arrepentimiento, se soslayan sin examinar el daño causado y se disculpan por el medio social en que el adolescente vive, sin observar que otros muchachos en igual situación tienen comportamientos ejemplares. No se corrigen y menos aún se castigan.

Basta un alumno con comportamiento disruptivo para impedir el normal desarrollo de una clase. ¿Qué hace normalmente el profesor que se encuentra con un rebelde en el aula? Hacer como si el tal adolescente no existiera. Mirar para otro lado. En caso gravísimo y repetitivo, abrir un proceso de expediente disciplinario que, siguiendo los pasos previstos por la ley, forma el Consejo Escolar del centro quien probablemente dictamine: sería conveniente enviar al alumno a proseguir los estudios en “otro centro escolar”, a ser posible en un centro donde existan aulas de Compensación Educativa.

¿Qué suelen hacer los padres que tienen en casa un rebelde encerrado en su habitación sin hablar días y días, robando, mintiendo, sin escolarizar? Preguntarse en primer lugar que no han hecho en la escuela y en segundo lugar cuestionarse lo qué han consentido.

Porque, afortunadamente, los niños no nacen con quince años. Lo mismo que los niños aprenden a andar, leer y escribir, aprenden pautas de conducta y comportamiento moral. Si no les enseñamos a distinguir el bien del mal, si no les corregimos ni les enseñamos normas para que sepan a qué atenerse, nunca aprenderán a comportarse como hombres, ni acertarán a dar sentido a su vida. Pero los valores se viven, se sugieren, se comparten, no se imponen.

A los tres años quizá les hiciera gracia cuando el niño decía entre lloros y berrinches: no quiero ir a la escuela hoy, o quiero el juguete de Luís es mío, y se salía con la suya.

A los seis quizá les sorprendiera con un punto de orgullo que su hijo mostraba una conducta muy violenta al entrar en el colegio. Llorando, gritando, dando patadas y puñetazos a quienes intentaban conducirlo a su aula, incluso pegándose con la cabeza contra las paredes.

A los doce quizá era el mas peleón de la clase…

Y ahora a los quince ¿qué pueden hacer? Pues aún mucho. Atención psicológica en la educación del autocontrol y de la motivación por aprender, fuerte apoyo en la enseñanza con un grupo reducido o profesor particular y especializado, y muestras constantes de amor aunque no de atención si no es mecida.

Aristóteles sostenía que la auténtica manifestación de fuerza de voluntad se mide en el dominio propio. «La vía del menor esfuerzo no conduce nunca a la maduración».

Es necesario no sólo animar a que el niño se esfuerce por conseguir unas metas, sino también ir alabando con cierta continuidad lo poco o mucho que consiga en cada momento. Es necesario que el niño con dos años aprenda a pedir el agua, el juguete, el chupete por favor. Y es conveniente enseñarle desde esa edad a dar las gracias. Con el norma de elemental convivencia aprende al tiempo a esperar –aunque sea un segundo mas- y sin que pase nada el cumplimiento de su deseo. Sería también conveniente enseñarle a hacer pequeños sacrificios: renunciar a una golosina, retrasar el momento de saciar la sed, dejar de ver la televisión, comer lo que no le gusta, dejar hablar a los demás… Estos gestos educan la voluntad, lo cual le va a ser muy útil el día de mañana.

En un centro escolar especializado en alumnos conflictivos tienen estas pautas:

Durante este curso sería conveniente trabajar especialmente en:

  • Autocontrol (reducción de impulsividad) por medio de las siguientes pautas:
    • Pedirle que de marcha atrás cuando muestre excesiva impulsividad.
    • Darle muestras de afecto, pero no de permisividad excesiva.
    • Utilizar premios en ocasiones, cuando la tarea o la situación lo requieran. En un estadio algo más avanzado, racionar los premios o lo que le resulta agradable en función de los resultados. Realización de los ejercicios recomendados de respiración, relajación e imaginación.
  • Habilidades sociales alternativas a la agresión
    • Pedir permiso.
    • Compartir algo,
    • Ayudar a los demás.
    • Negociar.
    • Defender los propios derechos.
    • Responder a las bromas.
    • Evitar los problemas con los demás.
    • No entrar en peleas.
  • Habilidades sociales para hacer frente al estrés
    • Formular una queja .
    • Responder a una queja.
    • Demostrar deportividad después de un juego.
    • Resolver la vergüenza.
    • Arreglárselas cuando le dejan de lado.
    • Defender a un amigo.
    • Responder a la persuasión.
    • Responder al fracaso.
    • Enfrentarse a mensajes contradictorios.
    • Responder a una acusación.
    • Prepararse para una conversación difícil.
    • Hacer frente a las presiones del grupo.
  • Pautas generales de aplicación en el ámbito familiar
    • Al niño se le debe tratar con delicadeza, sobre todo en los períodos en que su trastorno se muestre más agudo.
    • No utilizar ni permitir la violencia física ni psicológica (no pegarle, aunque sea flojo, no regañarle sistemáticamente, no ponerle en cuestión todo el tiempo, porque está atravesando una época difícil)
    • Fijar junto con él los límites de actuación en cuanto a:
    • Tiempo máximo que puede permanecer frente al televisor
    • Tiempo de juegos, comida, estudios
    • Tipos y cantidades de comida que debe ingerir, incluyendo golosinas. (Las comidas que él rechace, pueden ser sustituídas por otras igualmente nutritivas).

En los períodos agudos de llanto prolongado, mantenerlo en observación y reposo, aunque deba faltar a la escuela durante un tiempo, pudiendo pedir la baja médica si la situación se prolongara, a la espera de momentos de más calma.

Se recomienda también una psicoterapia, observación y evaluación sistémica, que englobe a todos los miembros de la familia.

Decálogo “Cómo convertir a su hijo en delincuente”

Hace unos años la policía de Washington –basándose en su experiencia relacionada con violencia juvenil- redactó un decálogo titulado “Cómo hacer de su hijo un delincuente”, ilustrativo para aquellos padres que permiten todo y no exigen nada.

  • Dé a su hijo todo lo que le pida. Así crecerá convencido de que el mundo le pertenece.
  • No le dé ninguna educación espiritual. Espere que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
  • Cuando diga groserías, festéjelas. Esto le animará a hacer más cosas «graciosas».
  • No le reprenda nunca ni le diga está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
  • Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes,… Hágaselo todo, así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
  • Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero deje que su mente se llene de basura.
  • Dispute y riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño. Así no se sorprenderá ni le dolerá demasiado el día en que la familia quede destrozada para siempre.
  • Déle todo el dinero que quiera gastar, no vaya a sospechar que para disponer de dinero es necesario trabajar.
  • Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
  • Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores, vecinos, etc. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.

¿Qué puedo hacer para que mi hijo desarrolle valores morales y sepa distinguir entre lo bueno y lo malo?

Midiendo el problema

¿Problemas con su hijo adolescente? Puede intentar medir la magnitud del problema

Es la edad del amor, la edad en que comienzan a definir sus personalidades… ¡y la edad en que más conflictos nos causan! Si su hijo adolescente presenta serios conflictos de comportamiento, deberá recurrir a un profesional para evaluar las mejores soluciones, pero si solo se trata de un joven inquieto y rebelde tal vez le ayude leer el siguiente artículo.

Conteste cada pregunta con un sí o un no. Contabilice la cantidad de “sí” respondidos.

Su hijo adolescente…

  1. ¿Se rebela contra las reglas del hogar?
  2. ¿Ha sido frecuentemente sancionado, amonestado, o expulsado en el centro escolar?
  3. ¿Suele agredir verbalmente?
  4. ¿Se junta con otros adolescentes rebeldes?
  5. ¿Ha perdido el interés en la práctica de su deporte o actividad favorita?
  6. ¿Tiene dificultades para cumplir sus tareas escolares?
  7. ¿Ha tenido problemas por violar leyes ciudadanas?
  8. ¿Suele contestarle mal, provocando que usted se sienta obligado a no pronunciar ciertas frases o palabras que pudieran alterar el ánimo de su hijo adolescente?
  9. ¿Podría tener problemas para finalizar el curso escolar?
  10. ¿Tiene un aspecto depresivo?
  11. ¿No cuida su higiene personal?
  12. ¿Suele tener un comportamiento violento?
  13. ¿Es manipulador y mentiroso?
  14. ¿Parece falto de iniciativa y motivación?
  15. ¿En determinadas ocasiones se comparte en forma deshonesta con usted?
  16. ¿Tiene un comportamiento sexual promiscuo?
  17. ¿Ha manifestado acciones que sugieran ideas de suicidio?
  18. ¿Posee dinero u objetos valiosos sin que este clara la forma en que los consiguió?
  19. ¿Podría poner en juego su seguridad personal?
  20. ¿Está constantemente de mal humor?
  21. ¿Parece carecer de autoestima y valor en sí mismo?
  22. ¿No es una persona en la que usted pueda confiar ciegamente?
  23. ¿Tiene problemas en respetar la autoridad?
  24. ¿Realiza actividades que usted no aprueba?
  25. ¿Podría estar consumiendo drogas o alcohol?
  26. ¿Le preocupa sus posibilidades futuras de inserción en la sociedad?
  27. ¿Suele oponerse a los valores de su familia?
  28. ¿Constantemente desafía cualquier tipo de reglas, cualesquiera que estas sean?
  29. ¿Le tiene agotado por estas actitudes?
  30. ¿Le hace sentir impotente cuando usted intenta cambiar sus actitudes?

Contabilice las respuestas afirmativas.

Estas son nuestras recomendaciones para la cantidad de “sí” acumulados:

  • 18 o más respuestas afirmativas: Alto riesgo. ¡Consiga ayuda ahora mismo, ya ! Hable con un psicólogo sobre estas dificultades y sus posibles formas de solución.
  • Entre 9 y 17 respuestas afirmativas: Está en el límite. Atención Puede resolver los problemas si precisa los límites de la convivencia familiar. Sin embargo, no debe descartar la posibilidad de iniciar un tratamiento psicológico.
  • Hasta 8 respuestas afirmativas: Riesgo moderado. Sea más severo con los límites familiares y supervise su cumplimiento escolar semana a semana.

Para aquellos padres que deban reforzar los límites y estructuras familiares.

Nada ni nadie puede funcionar correctamente sin normas y límites. Son necesarios para el crecimiento y seguridad de las personas y sus instituciones. Una familia debe tener reglas, basadas en su propio sistema de valores.

Norma general “Preste atención a las pequeñas cosas y las grandes se evitaran por sí solas”.

Una vez que haya establecido un sistema de normas de conducta, su cumplimiento dependerá en gran medida de:

  1. Las reglas deben ser transmitidas en forma firme y clara, para que sean entendidas. (No basta con decir a su hijo adolescente que debe regresar “temprano” a casa, es preciso concretar una hora)
  2. El cumplimiento de las normas debe ser supervisado. (Diga a su hijo adolescente antes de salir “Amplia libertad, amplia responsabilidad”, pero esté despierto cuando vuelva)
  3. Haga cumplir día tras día las mismas normas, la perseverancia es una virtud. (Si el adolescente piensa que todo depende de su humor, estará más pendiente de su humor que de comportarse con criterio).
  4. Procure que las consecuencias de no cumplir las normas, sean un impedimento para repetir la falta. (Recuerde que la sanción debe ser inmediata, tener una verdadera importancia para el adolescente, y una estricta relación con la falta cometida).

Educar en positivo

La fuerza de voluntad es muy importante en la vida. Se consigue con entrenamiento, como en una competición deportiva.
Para conseguirla hace falta una gran dosis de animación. Aplauda y anime a sus hijos.
Es necesario el premio: el estímulo, la atención y la alabanza frecuente.
Hoy se da con relativa frecuencia lo que Enrique Rojas llama la filosofía de «lo que me apetece»
Hago esto porque me apetece.
No hago esto porque no me apetece.
Son esclavos de lo que pide el cuerpo. Volubles como la veleta que gira según el viento que sopla. Incapaces de objetivos concretos. Insatisfechos. Carentes de autoestima.

Pero una buena dosis de autoestima es uno de los recursos más valiosos que puede disponer un adolescente. Un adolescente con autoestima aprende más eficazmente, desarrolla relaciones sociales mucho más satisfactorias, está más capacitado para aprovechar las oportunidades que se le presenten, para trabajar productivamente y ser autosuficiente, posee una mayor conciencia del rumbo que sigue y del futuro que persigue. …

  • actuará independientemente
  • asumirá sus responsabilidades
  • afrontará nuevos retos con entusiasmo
  • estará orgulloso de sus logros
  • demostrará amplitud de emociones y sentimientos
  • tolerará bien la frustración
  • se sentirá capaz de influir en otros

La adolescencia es uno de los periodos más críticos para el desarrollo de la autoestima; es la etapa en la que la persona necesita hacerse con una identidad propia, es decir, saberse individuo distinto a los demás, conocer sus posibilidades, su talento y sentirse valioso como persona que avanza hacia un futuro. Son los años en que el niño pasa de la dependencia a la independencia y a la confianza en sus propias fuerzas. Es una época en la que debe iniciar su vocación. Los planes para ganarse la vida, y el encuentro de pareja.

En la «crisis de identidad» de la adolescencia, el joven se cuestiona automáticamente, incluyendo la opinión que de sí mismo ha adquirido en el pasado. Este cuestionamiento influye en como se siente el adolescente, como piensa y aprende, como se relaciona con los demás y cómo se comporta. Puede rebelarse y rechazar cualquier valoración que le ofrezca otra persona, o puede encontrarse tan confuso e inseguro de sí mismo que no haga más que pedir a los demás aprobación

Los aspectos positivos que refuerzan las posibilidades del adolescente de cara a la vida adulta

  • Relaciones personales efectivas y satisfactorias (Vinculación)
  • Productividad personal: en casa, en el colegio y en el trabajo (Singularidad)
  • Saber con claridad con qué fuerzas, recursos, intereses y objetivos se cuenta (Poder)
  • Claridad de objetivos (Modelos)

Ayudando a los adolescentes a acrecentar su autoestima se pueden inducir situaciones beneficiosas y reforzar así los recursos del adolescente para la vida adulta. Para él es una auténtica necesidad fraguar su identidad y sentirse bien consigo mismo. Si puede satisfacer tal necesidad a su debido tiempo podrá seguir adelante y estar listo para asumir la responsabilidad de satisfacer sus necesidades en la vida adulta.

  • Vinculación: resultado de la satisfacción que obtiene el adolescente al establecer vínculos que son importantes para él y que los demás también reconocen como importantes. (Tener novia)
    Pueden descubrirse problemas de vinculación si se presenta alguno de los siguientes comportamientos:

    • No puede comunicarse con facilidad,
    • Es incapaz de escuchar a los demás y comprender sus puntos de vista.
    • Es tímido, tiene pocos o ningún amigo y elude de forma activa las situaciones sociales
    • Es poco consciente de los intereses o necesidades de los demás.
    • Habla negativamente de su familia, o grupo étnico.
    • Rara vez o nunca se ofrece para ayudar a los demás.
    • No cae bien a sus compañeros.
    • Resulta incómodo a los adultos o, por el contrario, intenta captar su atención continuamente.
    • Quiere ser siempre el centro de todo y/o constantemente intenta atraer hacia sí la atención de los demás.
    • Suele relacionarse más con cosas y animales que con gente
    • Lleva un montón de «porquerías» en el bolsillo y las valora excesivamente.
    • Tiene dificultad para expresar sus ideas, necesidades y sentimientos de manera directa.
    • Le molesta tocar a los demás o que le toquen.

    Comportamiento con un adolescente que presenta escasa vinculación:

    • Preste atención a su hijo cuando le busque
    • Demuéstrele afecto en todo lo que le diga o haga.
    • Elogie su trabajo de manera concreta.
    • Apruebe de forma ostensible cuando se relacione bien con los demás.
    • Respete sus amistades dándole la oportunidad de que las reciba en casa .
    • Comparta sus sentimientos con él, que vea cómo le afectan las cosas.
    • Comparta intereses, aficiones y algunas de sus preocupaciones con el adolescente.
    • Haga con él de cuando en cuando algún plan especial que satisfaga sus intereses o necesidades particulares.
    • Pase algún tiempo solo con él, sin que las necesidades de otros miembros de la familia le sirvan de distracción.
  • Singularidad: resultado del conocimiento y respeto que el adolescente siente por aquellas cualidades o atributos que le hacen especial o diferente, apoyado por el respeto y la aprobación que recibe de los demás por esas cualidades (Ser buen deportista).
    El adolescente con escaso sentido de singularidad:

    • Hablará negativamente de sí mismo y de sus logros.
    • Se enorgullecerá poco o nada de su apariencia.
    • Demostrará poca imaginación y rara vez propondrá ideas originales.
    • Hará cosas como se le diga, sin apenas aportar nada de su propia cosecha.
    • Se sentirá incómodo cuando se le destaque o se le pregunte en clase.
    • Buscará con frecuencia el elogio, pero cuando lo consiga se sentirá confuso y lo negará.
    • Hará alardes cuando no sea el momento.
    • Se adaptará a las ideas de otros
    • Tenderá a clasificar a los demás de un modo simple.

    Cómo relacionarse con un adolescente que tiene problemas de singularidad.

    • Resalte y reafirme sus dotes y características especiales
    • Acepte que su hijo adolescente exprese sus propias ideas, anímele a ello, aunque sean diferentes que las que usted tenga.
    • Transmita su aceptación, incluso cuando tenga que censurar su comportamiento.
    • Descubra aspectos positivos en las ideas o en las conductas no habituales que manifieste, y alábeselos.
    • Acepte su experimentación con distintos trabajos, actividades o ideas.
    • Respete sus puntos de vista , su singularidad, intimidad y sus pertenencias.
    • Déjele llevar a cabo tareas que supongan responsabilidad, de forma que vaya adquiriendo conocimiento de sus habilidades singulares.
  • Poder: consecuencia de la disponibilidad de medios, de oportunidades y de capacidad en el adolescente para modificar las circunstancias de su vida. (Tener moto o carnet de conducir)
    El adolescente que no desarrolla una sensación de poder:

    • Puede eludir afrontar la responsabilidades.
    • Se echará atras en las tareas que supongan para él un reto. Sus típicas respuestas serían «no sé cómo» o «eso no sabré hacerlo nunca».
    • Actuará dando la sensación de estar desvalido y evitará hacerse cargo de los demás.
    • Puede carecer de control emocional. Una demostración continua de furia, miedo, histeria o incapacidad para enfrentarse a la frustración indica una carencia definida de control personal.
    • Puede ser excesivamente exigente o terco.
    • Puede querer siempre ser el líder, hacer las cosas a su manera.
    • Se negará a discutir opciones y a compartir su autoridad.

    Cómo relacionarse con el adolescente que posee una inadecuada sensación de poder

    • Incremente y estimule su responsabilidad personal en temas familiares.
    • Ayúdele a ser consciente de su propio proceso de toma de decisiones.
    • Evalúe y aplauda su procedimiento para resolver situaciones problemáticas.
    • Reafirme los éxitos que obtenga.
    • Respete el grado actual de competencia del adolescente.
    • Estimule al adolescente a fijarse objetivos personales, tanto a corto como a largo plazo.
    • Reafírmele publicamente cuando influya en otros de manera positiva
  • Modelos: puntos de referencia que dotan al adolescente de los ejemplos adecuados, humanos, filosóficos y prácticos, que le sirven para establecer su escala de valores, sus objetivos, ideales y modales propios (Un héroe, un maestro, un familiar muy especial…).
    Problemas que pueden plantear los adolescentes con los modelos

    • Suelen confundirse de modelo con facilidad y malgastar el tiempo en actividades que aparentemente no tienen ningún objeto (perseguir un cantante)
    • Pueden ser desaliñados en su persona y en sus cosas.
    • Confunden lo bueno y lo malo.
    • Les cuesta decidirse a hacer o decir algo.
    • Responde a las instrucciones que se le dan de modo confuso o rebelde.
    • Se muestra inseguro en los métodos y en los objetivos que elige cuando trabaja en equipo. *Solicita continuamente instrucciones y suele insistir en que solo hay una manera de hacer las cosas.

    Cómo relacionarse con el adolescente que carece de modelos

    • Recuerde que usted es el modelo básico para su hijo desde la cuna, sea un buen ejemplo, acorde con sus creencias.
    • Presente pronto a su hijo aquellas personas a las que usted tiene gran estima, bien mediante el contacto personal, o por medio de obras literarias.
    • Ayúdelo a entender bien aquellas cosas en las que cree. Hable con él de su escala de valores. Y si le pregunta por sus creencias, háblele honradamente.
    • Fomente sus ideales, objetivos de comportamiento y aprendizaje. Enseñe y razone los pasos que debe dar para conseguir sus objetivos.
    • Procure que afronte las consecuencias de su comportamiento. Deje clara la relación causa-efecto en lo que se refiere a su comportamiento y a las consecuencias del mismo.
    • Ayúdele a que entienda como puede realizar su propia tarea.
    • Haga un esfuerzo por escuchar y entender su comportamiento. Comprender no significa aceptar permisivamente conductas destructivas. Intente llegar con su hijo adolescente a normas de comportamiento mediante el intercambio de opiniones.

Recuerde la canción “Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así, porque nadie me ha tratado con amor”. El amor materno es indispensable para la salud física y psíquica del hijo. Las graves faltas en la personalidad del adulto provienen principalmente de la falta de amor en la infancia y en la adolescencia.

Con consejos e ideas de Gloria Marsellach Umbert, Psicóloga y P. Jorge Loring autor de “Educar al adolescente”.

En resumen

Hablad suavemente con los hijos de todas las cosas, y cread un ambiente familiar de diálogo en el que padres e hijos se lo cuenten todo.

El recurso a la furia es una reacción frecuente de las personas mayores en situación de conflicto psicológico con los hijos desobedientes y esa recurrencia supone, por tanto, uno de los primeros, claros y llamativos, aprendizajes de la infancia. El niño que ve a su madre irritada, o a su padre, levantar la voz y dar golpes se sentirá muy atraído para imitar este tipo de reacciones cuando se encuentre en una situación frustrante que, debido a su inmadurez, todavía no ha aprendido a superar.

El adolescente necesita que se escuchen y valoren sus puntos de vista, y sobre todo que se estime su persona y vea que se preocupen por él.

Decálogo de un adolescente:

  • Déjame elegir mi ropa.
  • Trátame como a un adulto y aprenderé a serlo
  • Déjame construir mis propias convicciones.
  • Respeta mi privacidad.
  • Ayúdame en mis ideales de fe y servicio al prójimo.
  • Ayúdame a apreciar mis capacidades y limitaciones.
  • Comunícame tu experiencia y ayúdame a tener la mía.
  • Ayúdame a clarificar mis problemas y encontrar soluciones.
  • Ayúdame a usar bien el dinero.
  • Enséñame cómo prepararme para el amor.

En el Suplemento religioso del diario ABC, Alfa y Omega, apareció esta carta de Gloria Tejedor que tituló. Carta de un hijo a todos los padres del mundo:

  • No me des todo lo que pido. a veces sólo pido para ver hasta cuanto puedo coger.
  • No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también. Y yo no quiero hacerlo.
  • No me des siempre órdenes. Si, en vez de órdenes, a veces, me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
  • Cumple las promesas buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo. Pero también si es un castigo.
  • No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces sentirme mejor que los demás, alguien va a sufrir; y si me haces sentirme peor que los demás, seré yo quien sufra.
  • No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide, y mantén esa decisión.
  • Déjame valerme por mí mismo. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender.
  • No digas mentiras, ni me pidas que las diga. Me haces sentirme mal, y perder la fe en lo que me dices.
  • No me diga que haga una cosa si tú no la haces. yo aprenderé de lo que tú hagas, no de lo que tú digas.
  • Enséñame a amar y conocer a Dios. Aunque me lo enseñen en el colegio, no vale si tú no lo haces.
  • Cuando te cuente un problema mío, no me digas que no tienes tiempo para bobadas. Trata de comprenderme y ayudarme.
  • Y quiéreme. Y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo»

Bibliografía

  • MANUEL VIERA: Vida sexual y psicología moderna, II. Ed. Mensajero. Bilbao
  • BERNABÉ TIERNO: Revista EL SEMANAL del 8-V-94. Pg. 70
  • P. ARMENTIA, S.M.: Adolescentes. Ed. S.M. Madrid
  • SCHNEIDER: Educación católica de la familia, XIV. Ed. Labor. Barcelona
  • ERNABÉ TIERNO: Valores humanos, 1ª, III. Ed. Taller de Editores. Madrid. 1993.
  • Dr. DOMÍNGUEZ: Felicidad sexual, VII, 1. Ed. Plus Ultra. Nueva York, 1971
  • EDMUNDO ELBERT: Problemas actuales de psicología, 2ª, XII. Ed. Sal Terrae. Santander

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