Josetxu: Lo que más me ayudó a andar
Para todos los padres que dudan sobre si se debe o no forzar a un niño a rehabilitación nada mas necesario que escuchar este testimonio verdadero de un hombre al que de niño dijeron que nunca aprendería a andar y hoy es montañero.
Mucho antes de lo que yo pensaba, he podido sacar un rato y contestar la pregunta de Leticia.
¿Lo que más me ayudó a andar? en principio, varias cosas, y en momentos diferentes de mi vida.
De niño, hasta los 4 años no podía ni siquiera sostenerme estando sentado. Por eso me alegro tanto cuando me entero que muchos de vosotros con una edad más temprana ya estáis trabajando la rehabilitación. Yo empecé muy tarde (4 años) y en una época en que de esto no se sabía ni la décima parte de la que se sabe hoy.
Recuerdo que mis padres se aprendían un montón de ejercicios cuando íbamos al neurólogo, y me incordiaban a todas horas del día. Yo no podía hacer esos ejercicios, así que ellos movían mis brazos, piernas. Recuerdo especialmente dos ejercicios. Uno consistía en estar tumbado boca abajo e imitar los movimientos de la natación. Me imagino que de forma nada coordinada, pero aquello me servía para menearme un poco.
Otro ejercicio consistía en andar a gatas. Forraban el pasillo de mantas y alfombras, para que no me hiciera daño y a gatear. Aún así recuerdo un día que me caí, porque me fallaron los brazos y me pegue con la barbilla en un escalón. Me dieron varios puntos.
En otro momento muy diferente de mi vida, cuando ya era capaz de andar, pero con muy poco equilibrio, mi padre insistía en que moviera los brazos con ritmo mientras andaba, porque así me equilibraría más.
Yo no le hacía demasiado caso, hasta que no me quedó otro remedio. Hizo dos palos de la misma medida. Él los agarraba por un lado y yo por el otro. Y él iba andando y moviendo los brazos, de manera que yo seguía el ritmo. Me decía. Tenemos que andar muchos kilómetros así. Y realmente, en un pasillo de casa de no más de 15 metros, hacíamos muchas vueltas al día, todos los días durante muchos meses.
Generalmente, a mí no me hacía ninguna gracia hacer este tipo de ejercicios. Creo que no los he hecho por mi propia voluntad hasta los 18 ó 20 años. Pero mis padres siempre se inventaban algún sistema para motivarme (u obligarme, como queráis).
Me decían: «si no haces tus ejercicios, hoy no bajas a jugar a la calle con tus amigos», Y yo con mis 10 ó 12 años, que hacer rehabilitación me parecía un aburrimiento, pero jugar con mis amigos era algo sagrado, hacía todo lo que me pedían.
Cuando ya fui mejorando, por ejemplo, si no quería hacer ejercicios de abrochar botones, mis padres no discutían conmigo. Sencillamente, me compraban pantalones con bragueta de botones, y como no tenía más remedio que ir al baño de vez en cuando, pues ya se habían salido otra vez con la suya.
La verdad es que mis padres han sido bastante cabezones con todo esto. Y hoy les estoy tremendamente agradecido, claro.
Y ya, mucho más tarde, en una época en que yo andaba bastante, pero me iba hacia los lados haciendo eses, incapaz de seguir la línea de una baldosa. Alguien me dijo que me convendría aprender a andar en bici. Yo tenía entonces 28 ó 29 años y me parecía muy tarde para empezar con cosas nuevas.
Pero al final me animé. Lo intenté y lo conseguí. Y hoy creo que es una de las cosas que más me ha ayudado a mantener el equilibrio cuando ando.
Bueno amigos, creo que os he metido ya bastante rollo. Así que no sigo más. Recibid un fuerte abrazo.
Josetxu
Testimonio personal: lo importante es enseñar a disfrutar con la vida
Queridos amigos de la lista, me habéis impresionado.
Os agradezco los comentarios sobre la reflexión que escribí en su día.
Sois un cielo. Con ella, solo quería explicar, de forma alegórica, como cualquier limitación tiene en sí unas posibilidades de PLENITUD, mayores que las que somos capaces de ver. De ahí los agujeros en el barro, que pueden hacer maravillas. Si miro a la experiencia de mi propia vida, podría decir miles de ejemplos (igual que cualquiera de vosotros, por supuesto).
Pero quiero compartir con vosotros, mis amigos, una experiencia que ha sido importante para mí, y de la que me he hecho consciente hace muy poco tiempo.
Yo no he seguido el método de rehabilitación maratoniano de doman. Pero en mi vida, muchas veces he tenido que esforzarme mucho para conseguir mejorar físicamente, y logras cosas que quería hacer: conducir un coche, subir hasta la cima de un monte, andar en bici, hacer una vida autónoma (no quiero ser un caso con lo que puedo hacer, ni presumir delante de nadie).
Para mí ha sido maravilloso poder hacer todo eso. Pero he pagado un precio muy alto.
He tenido que hacer tanto esfuerzo para lograr esas cosas, que al final se me ha olvidado lo más importante de la vida: el disfrutar con ello. La exigencia me ha desbordado y ha inundado todas las facetas de mi vida.
Si me proponía subir a una montaña de más de 2.000 metros, cuando lo conseguía y regresaba a casa, ya estaba poniéndome otra meta más alta. He conseguido muchas cosas, os lo he dicho antes, pero no sé si he disfrutado con todas.
Ahora me queda un nuevo camino, duro pero hermoso: aprender a disfrutar y a ser feliz con lo que hago.
Así que os quiero pedir un favor: Si vuestros hijos están en un proceso de aprendizaje, rehabilitación, o algo parecido, enseñadles, por favor a disfrutar con lo que hacen, con lo que aprenden, con lo que intentan. Que no se les olvide nunca. educar a vuestros hijos en lo único que importa en la vida: en ser felices.
A mí se me olvidó, y me he dado cuenta con 33 años.
He compartido con vosotros algo que para mí es importante, y estoy contento por ello.
gracias por estar ahí, al otro lado de mi ordenador.
Os quiero
Josetxu (PC)