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Apatía

(La Fundación Belén aconseja a los padres con hijos afectados por un estado de apatía, leer en positivo “Motivación”)

La apatía es la falta de emoción, motivación o entusiasmo. Es dejadez, indolencia, falta de vigor o energía. Es un término psicológico para un estado de indiferencia, en el que un individuo no responde a aspectos de la vida emocional, social o física. La apatía clínica se considera en un nivel elevado, considerándose depresión el nivel más moderado y diagnosticándose como trastorno de identidad disociativo el nivel extremo. El aspecto físico de la apatía se asocia con el deterioro físico, la pérdida de músculo y la falta de energía llamada letargia, que tiene muchas causas patológicas también.

La apatía puede ser específica, hacia una persona, actividad o entorno. Es una reacción común ante el estrés, manifestándose como «impotencia aprendida» y está comúnmente relacionada con la depresión. También puede reflejar una falta no patológica de interés en cosas que no se consideran importantes.

Se sabe que ciertas drogas causan síntomas asociados con la apatía. Ésta también es muy similar a la pereza, de la que puede parecer una forma extrema.

La tristeza asociada a la apatía, debilita el interés y la energía de cada adolescente en las actividades de su vida. Desde el punto de vista evolutivo, se entiende que esta falta de empuje, de energía, era una forma de salvaguardar al individuo débil, era una fórmula para evitar que se alejara de su vivienda, donde se suponía, estaba más seguro.

La tristeza es una reacción de adaptación, propia del organismo humano, que está llena de sentido. Pero cuando la tristeza o el abatimiento se asocian a la apatía, cuando se convierten en compañeros constantes de un adolescente sin que haya para ellos exista un motivo concreto y reconocible, entonces nos encontramos ante una clara señal de alarma.

El adolescente apático es poco sensible a los acontecimientos y estímulos exteriores.

Suele tumbarse en la cama y dejar pasar el tiempo sin hacer nada.

La apatía mas grave se manifiesta en la falta de reacciones adecuadas a los estímulos afectivos. Los mecanismos fisiológicos de las emociones, a cargo del pulso y la respiración, ya no encuentran eco en el paciente. Aunque la apatía tiene una clara naturaleza psíquica, puede tener su origen en alguna dependencia tóxica y/o en trastornos cerebrales.

Síntomas

  • Anímicos: Tristeza, abatimiento, pesadumbre o infelicidad, son los habituales. A veces predomina la irritabilidad, la sensación de vacío o el nerviosismo
  • Conductuales: dificultad en hacer cosas, incapacidad para el disfrute, desmotivación ante cualquier cosa que anteriormente causaba placer. Ralentización de las respuestas motoras, así como del habla.
  • Cognitivos: La memoria, la atención y la capacidad de concentración puede llegar a resentirse drásticamente, incapacitando el desempeño de tareas cotidianas. El contenido del pensamiento también está alterado, apareciendo la pérdida de autoestima
  • Físicos: Aparecen problemas de sueño, pérdida de apetito y alteración del deseo sexual, molestias corporales difusas, dolores de cabeza o de otras partes del cuerpo, náuseas, vómitos…
  • Sociales: Existe un deterioro en las relaciones con los demás. El adolescente apático siente rechazo y aislamiento.

Recomendaciones para padres con adolescentes apáticos

  • El ejemplo es la mejor manera de enseñar a los adolescentes. Así pues ¡ojo¡ no os permitáis caer en esa misma situación de apatía que tiene elementos contagiosos. Os merecéis una vida mucho mejor, más rica, llena de emociones y vivencias. El mundo os está esperando para compartir con vosotros muchas experiencias, no os neguéis esa oportunidad.
  • La apatía en sí, y por sus consecuencias, es una situación negativa y frustrante que por tanto hay que evitar y combatir.
  • Cuando aparece, hay que reconocerla evitando falsas justificaciones, como enfermedades o situaciones sociales. Es conveniente ayudar a descubrir el origen y abordar el problema directamente, no dejando que se instale definitivamente.
    • Es conveniente salir a la calle
    • Implicarse con el entorno
    • Procurar no ser meros espectadores, sino protagonistas.
    • Tomar las riendas, hacer planes a tres meses vista. Si podéis ayudar a vuestro hijo a hacerlo solo, estupendo. En caso contrario, acudir a un especialista que os ayudará a conseguirlo.

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