Obediencia y desobediencia
Definición
Si por obediencia entendemos “la capacidad de cumplir órdenes justas provenientes de la autoridad” y no sólo cumplir “la voluntad de quien manda”, es posible definir con cierta claridad la desobediencia en niños y adolescentes cómo: “el incumplimiento consciente de órdenes justas provenientes de los padres o de los maestros”.
La autoridad en padres y maestros, para que pueda ser ejercida, antes debe ser ganada, es decir debe merecerse. Y aunque parezca imposible hoy día, no todos los padres ni todos los maestros merecen autoridad porque no todos tratan con el amor y respeto debido a sus hijos y alumnos. Ni todas las normas son justas.
Antes pues de atribuir a los hijos una conducta desobediente los padres deben primero preguntarse sí se han ganado la autoridad y segundo si la norma dada a cumplir tiene sentido justo.
Por ejemplo durante la primera infancia hay padres que buscan entrenar a sus hijos en la obediencia cómo si fuesen animales de compañía y gritan en el parque cuando el niño 3-6 años está en pleno juego con sus compañeros: “Ven aquí, ahora mismo”, esperando –normalmente en vano- que el niño acuda de inmediato. El niño tarda. Y el papá se enfada después “porque ha sido desobediente”. Quizá si la voz hubiera sido: “Juan tengo prisa, por favor termina rápido de jugar y despídete de tus amigos, que nos tenemos que ir”, la vuelta de Juan fuese más rápida.
Durante la adolescencia la exigencia de obediencia por parte de los padres debe ser aún más ponderada para procurar que la norma se cumpla. Es decir los padres deben ganar en autoridad al procurar que la norma sea justa y actualizada. No es justo hoy pedir a los adolescentes que no oigan música jamás, no lleven nunca zapatillas de deporte o no vistan vaqueros. Sí se les puede pedir razonablemente que no oigan música mientras se almuerza en familia y que no calcen deportivas o vistan vaqueros el día de la boda de su hermana.
Cómo fomentar la obediencia o “ganas de agradar” en los niños y en los adolescentes
- Dando ejemplo, los padres también deben agradar en las peticiones de sus hijos y por supuesto deben cumplir las promesas ofrecidas.
- Agradeciendo efusivamente el cumplimiento de las normas. Mas efusión cuanto más difícil puede resultar el cumplimiento, por ejemplo llegar a la hora convenida si la fiesta estaba en el mejor momento.
- Comentando el buen ejemplo de algunos protagonistas en cuentos, historias y películas. En los niños serán cuentos infantiles, (no se debe pasar por alto sin comentar el resultado de la historia de Caperucita o de Los tres cerditos, por tratarse de una desobediencia que ponía en peligro la vida de los protagonistas). En la adolescencia serán las películas en cartelera, o las que están ofreciendo en televisión las que sirvan de estímulo o crítica.
- Ofreciendo un premio tras la rapidez del comportamiento obediente. Los premios suelen ser estimulantes si efectivamente son premios, ya sea en la niñez o en la adolescencia.
La desobediencia como comportamiento habitual
Por temporadas los niños desafían los deseos de padres y maestros. Esto forma parte de su crecimiento interior y somete a prueba las formas y actuaciones de los adultos que los están guiando.
Las primeras desobediencias comienzan a los dos años, cuando comienzan a tener los primeros rasgos de personalidad con el uso del lenguaje y de la movilidad. Porque en realidad solo tienen una forma los niños para aprender y descubrir su propio camino: alcanzar un sentido de autonomía. Conforme crecen y alcanzan más independencia deben descubrir los límites de las reglas de sus padres y maestros, y ya durante la adolescencia deben interiorizar las normas ofrecidas si les parecen justas o no cumplirlas, de donde surge la desobediencia como comportamiento habitual.
Causas
- Los padres esperan el cumplimiento de normas “injustas” o irracionales
- Trastorno del temperamento del niño,
- Problemas escolares,
- Estrés familiar,
- Conflictos entre los padres.
Agravamiento
Algunos niños tienen una larga historia de estar fuera de control y carentes de cooperación. La conducta desobediente como norma es un problema muy serio. Cuando los niños han estado desobedientes por largos periodos, sin querer dialogar y tienen arranques en contra de sus padres y maestros es señal que existe un conflicto dentro de la familia entera. Los niños pueden desechar la autoridad de sus padres, sintiendo que su mamá o su papá desaprueban no solo su comportamiento, sino también a ellos como personas.
El problema de la desobediencia en los niños debe remediarse pronto, sin dejar que se prolongue en el tiempo y menos aún que alcance al periodo adolescente cuando es mas difícil remediar los problemas porque los adolescentes aprenden a estar infelices con ellos mismos, y su autoestima puede deteriorarse enormemente. Esta sensación de fracaso los adolescentes la achacan a los padres y maestros, se sienten incomprendidos y gradualmente, si la relación familiar continua deteriorándose, se transforman los sentimientos en tristeza, hostilidad y agresividad.
Muchos niños desobedientes no comunican sus razones para estar enojados, enfadados o inconformes, o sus padres son incapaces de entender que están tratando de expresar. Esta ruptura en la comunicación se presenta si el niño no está recibiendo suficiente atención de sus padres, probablemente debida a que la preocupación de sus padres está centrada en sus propias vidas, carreras y problemas.
Para algunos niños, según el Dr. Abraham Dayán Nahmad, Neurólogo Pediatra, la agresividad y el comportamiento desobediente es una respuesta a la violencia que ven en su familia.
Muchas familias que tienen niños desobedientes recurren al abuso físico como una de sus técnicas para disciplinarlo, pero el castigo físico incrementa la agresividad por parte del niño, y un círculo vicioso se establece. Los niños que crecen en éste ambiente están expuestos a problemas durante toda su vida con la relación interpersonal y las autoridades.
Como padre, tiene que tener en mente que el periodo de la adolescencia, es un periodo vulnerable de la vida. Los jóvenes que están en la edad escolar son egocéntricos, interiorizan todos los sucesos que se presentan alrededor de ellos. Por ejemplo, en las familias en que existen conflictos matrimoniales, separación o divorcio, los niños malinterpretan esos problemas, concluyendo que ellos han estado equivocados, y han disgustado a sus padres.
¿Es tan necesario ser obediente?
Para qué le sirve al niño ser obediente?, ¿por qué insistimos padres y educadores tanto en ello?, ¿estaremos en el camino correcto al valorar tanto la obediencia como una meta primordial en la educación de nuestros niños?
Si miramos detenidamente encontraremos que la “cualidad” de la obediencia se valora diferente en el niño que en el adulto. Nuestra sociedad exige a los niños ser obedientes a sus padres, maestros e incluso mayores, sin rechistar, sin derecho a réplica o cuestionamiento, mientras que premia a los adultos que muestran criterio propio, visión crítica y que cuestionan al sistema. Es indiscutible que todos los seres humanos por el hecho de vivir en comunidades estamos sujetos a la norma o a algún tipo de autoridad externa, que todos, en mayor o menor grado, debemos ajustarnos a ella o vivir los resultados de desacatarla, pues quienes así lo hacen sufren duras consecuencias… y nadie quiere eso para sus hijos.
Las posturas rígidas invitan al niño a oponerse con la misma intensidad con la que el adulto intenta forzarlo a obedecer. Como dice Ana María Reyes Castro Psicóloga clínica, entrenadora de padres en disciplina positiva. Instituto de Capacitación Los Álamos. A través de una mirada positiva de la norma, padres y educadores pueden generar en el niño los sentidos de respeto y solidaridad, sin necesidad de recurrir a las medidas autoritarias y rígidas que dicta la obediencia.
Pensemos primero, ¿qué es realmente lo que nos preocupa o nos molesta de que nuestros niños no obedezcan? En algunos casos la reflexión nos hará caer en la cuenta de que la molestia está en el hecho mismo de que nos desobedezcan, de que al no obedecer parecieran no reconocer nuestra autoridad como padres, lo cual podría ser interpretado como una ofensa, una provocación, algo sencillamente inaceptable.
Y quizá quienes piensen así lo hacen porque simplemente así fueron criados por sus propios padres, y por tanto esperan lo mismo de sus propios hijos, aunque no sea muy claro por qué o para qué exigir tal obediencia. Por otra parte, muchos otros centran su preocupación en la creencia de que “¡si así son
a los dos, cómo serán a los veinte!”, de manera que exigen obediencia por el terror a pensar que un niño que a los dos años no obedece la orden de recoger sus juguetes, terminará inevitablemente convertido en un adulto que no respetará las reglas, los semáforos, los horarios laborales, etc.
Y que si no aprende a obedecer desde ya, probablemente más adelante será un delincuente, un maleante o un antisocial. Pero pongamos las cosas en su lugar y el tema en perspectiva. El niño de dos años está aprendiendo a reconocer e identificar una norma, aún no se encuentra listo para entender el sistema normativo del hogar o el jardín infantil, aún no se encuentra listo para cumplir una orden con tan solo una emisión de la misma. A los dos años un niño está iniciando el proceso, y en este necesita la ayuda de sus padres y educadores. Hasta aproximadamente los 4 o 5 años ese chico requerirá que se le repitan cariñosamente las indicaciones; que le modelen cómo se hace, animándolo a hacerlo él mismo; que jueguen con él a practicar cómo se hace; que le den recordatorios, que le avisen unos minutos antes…, en fin, que de todas las formas posibles lo acompañen amorosamente a aprender. De manera que el hecho de que un niño de esa edad en ocasiones no nos obedezca, no significa que es un “rebelde”, significa simplemente que está en la etapa inicial de reconocimiento de normas y límites, y por tanto aún no está listo para ser “obediente”. Pero generalmente el temor que sentimos de que el niño sea “un rebelde”, la duda que tal vez por no ser lo suficientemente exigentes “nos la esté montando”, o esté “haciendo su voluntad” , no aprenda a cumplir órdenes, nos lleva desde muy temprano a posturas rígidas que, paradójicamente, impiden justamente ese aprendizaje, y que por el contrario invitan al niño a oponerse con la misma intensidad con que el adulto intenta forzarlo a obedecer.
Ni hablar de los niños más grandes, a quienes además de no haberles acompañado en el proceso inicial los ridiculizamos y humillamos porque “a la edad que tienen aún no recogen sus juguetes, y no les da ni pena…”. Y seguimos a los 9 o 10 años insistiendo en la obediencia con métodos inflexibles y autoritarios, creando luchas de poder con los niños que rompen nuestra conexión emocional con ellos, que nos apartan cada vez más, haciendo más difícil la comunicación, y por supuesto generando más rebeldía y menos “obediencia”.
Responsabilidad no es igual a obediencia. Como la repetición es una buena fórmula de aprendizaje en la infancia, repita al niño desde pequeño: «A más libertad, más responsabilidad». Volvemos a la pregunta inicial: ¿de qué le sirve a un niño desarrollar obediencia?, ¿es realmente necesaria la obediencia en nuestro medio?, ¿en qué situaciones los niños se verán afectados cuando sean adultos si no la consiguen? En realidad en muy pocas, la obediencia sirve más a los padres, les facilita la vida y la propia labor de crianza, incluso hay padres que tristemente creen que la crianza consiste precisamente en desarrollar obediencia en los hijos, para luego encontrar que el costo de ese “logro” es muy alto: sumisión, pasividad, dependencia, inseguridad, poca creatividad… Los padres deben usar métodos de educación basados en disciplina positiva, ofrecer a los niños espacios y oportunidades para desarrollar su responsabilidad y sentido de colaboración; ambas son cualidades muy distintas a la obediencia, y parten más de un proceso lento de aceptación de la norma y de la comprensión de su importancia dentro de la familia o la escuela.
De manera que en un hogar o en el aula quien “manda” no termina siendo el padre o la maestra, sino la norma; y por eso es tan importante que las normas sean claras, que se instruyan con afecto y firmeza, que se modelen constantemente y, sobre todo, que los niños participen en su elaboración o definición. Debemos hacer todo lo necesario para lograr que poco a poco sea evidente para el niño que cuando tenemos y seguimos normas todos nos beneficiamos, convivimos con más tranquilidad, disminuimos las tensiones, disfrutamos de compartir con otros en casa y en la escuela, nos sentimos personitas grandes, valiosas y capaces.
Se necesitan unos padres amorosos que lideren, dediquen tiempo, guíen, motiven, sean modelo e inspiren permanentemente a sus hijos, y unos niños suficientemente capaces, responsables y libres para equivocarse y aprender de ello, para que puedan llegar a entender que las normas facilitan la convivencia.
Ahora la pregunta cambia… ¿Qué es más importante: que mi hijo sea obediente o que desarrolle sentido de responsabilidad y colaboración?, ¿y qué estoy haciendo yo como padre para ayudarle a hacerlo?
¿Qué pueden hacer los padres?
Cuando tienen un hijo desobediente en forma crónica, examine las posibles causas de su tumulto interno y rebelión. Si éste ha sido un patrón persistente que ha continuado durante toda la mitad de su niñez, deberán evaluar muy de cerca su situación familiar y preguntarse:
- ¿Cuánto respeto existe entre los miembros de la familia?,
- ¿Se respetan unos a los otros, sus ideas, su privacidad y valores personales?,
- ¿Cómo trabaja la familia estos conflictos?,
- ¿Se resuelven los conflictos por medio de una discusión racional, o recurren en forma regular a la violencia?,
- ¿Cuál es el estilo usual de relacionarse con su hijo(a), y que formas de disciplinarlo generalmente utiliza?.
- ¿Cuantos gritos y golpes hay?,
- ¿Usted y su hijo(a) tienen personalidades y formas de estar muy diferentes que produce fricción entre ustedes?,
- ¿Su hijo está teniendo problemas escolares o con sus compañeros?,
- ¿Toda la familia está pasando por algún momento estresante?.
Soluciones
- Hable con su hijo. Si su hijo recientemente ha comenzado con faltas de respeto y desobediencias, dígale que ha notado una diferencia en su comportamiento y que usted percibe que está descontento. Con su ayuda, trate de determinar la causa específica de su frustración o descontento. Este es el primer paso para ayudarlo a cambiar su comportamiento.
- Cuestione su patrón de paternidad. Incluyendo su propia personalidad. ¿Cómo se despertó?, ¿Qué tan consistentes son sus esfuerzos de disciplina?, ¿Premia la cooperación, o simplemente reacciona a los conflictos y la desobediencia?, ¿Acaso usted y su cónyuge se apoyan uno al otro?, ¿Están de acuerdo en la manera de disciplinar?.
- Dé ejemplo. Si reacciona con su hijo(a) explotando o perdiendo el control, el responderá con desobediencia y en forma irrespetuosa. En contraste, será más obediente, cuando se encuentre en calma, cooperador y consistente. Él aprenderá a ser respetuoso, si usted es respetuoso con el(la) y otros en la familia. Si es irrespetuoso y está fuera de control, imponga un tiempo para que se calme y recobre su autocontrol.
- Pida perdón y haga que su hijo se disculpe por la falta de respeto cometida en contra de usted u otros, como una forma de demostrar su autoridad como padre y mayor.
- Cuando su hijo sea obediente y respetuoso, hágaselo notar, prémiele su comportamiento, incluso la simple cooperación y resolución de su discordancia. Este esfuerzo positivo será siempre más exitoso que el castigo de la discordancia.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
- Si hay un patrón persistente de falta de autoridad en el colegio o en la casa.
- Cuando el patrón de desobediencia continúe a pesar de su mayor esfuerzo en alentar a su hijo a comunicar sus sentimientos negativos.
- Si la desobediencia o falta de respeto de su hijo(a) se acompaña de agresividad y destructividad.
- Si el niño(a) muestra signos de infelicidad, resentimiento, inconformidad, desvalidez, o ideas suicidas.
- Si su familia ha establecido un patrón para responder a la agresividad con el abuso físico o emocional.
- Si usted, su cónyuge o su hijo utilizan alcohol u otra droga para sentirse mejor o sobrepasar el estrés.
Si la relación con su familia muestra signos de dificultad y una carencia de cooperación, la terapia de pareja está indicada. Si existe por parte de su hijo(a) agresividad, destructividad y baja autoestima, la utilización de medicamentos está indicada. Para tratar de resolver éstos problemas lo antes posible, usted puede minimizar y prevenir forcejeos más serios que florezcan en la adolescencia. Lo importante es su pronta identificación y tratamiento.
¿Qué podemos hacer si nuestro hijo es siempre desobediente ?
Por empezar, indagar las razones que originan esa mala conducta. Identificar con claridad el problema para poder resolverlo (escasa atención de los padres, padres que aspiran a la perfección, privación al niño de satisfacciones y privacidad cuando no cumple con exigencias desmedidas, celos por el nacimiento de un hermano, etc).
Un niño tratado con indiferencia o exigencias desmedidas es normal que se muestre desinteresado, carezca de motivaciones y se porte mal constantemente. No importa lo bien que se pueda portar o lo logros que pueda obtener, nada se le reconoce.
Los niños que siempre hacen lo opuesto a los que se les pide encubren un mensaje. Nos está pidiendo indirectamente que se interese más en él. La conducta de oposición persistente es en el peor de los casos un intento de contrariarla y en el mejor de los casos un medio para llamar su atención.
El intento de contrariarla es la expresión más directa de la hostilidad y el resentimiento del niño. A veces el niño miente, roba o actúa con falsedad no por las dudosas recompensas que puedan significarle estas acciones sino por el el solo hecho de portarse mal. En general, un niño que manifiesta crónicamente estas conductas está pidiendo a gritos que le presten atención.
Ejemplo de buenas normas o cómo fijar mejores límites
Los límites y las reglas son fundamentales para el desarrollo, crecimiento y seguridad de las personas y sus instituciones. Nada ni nadie puede funcionar correctamente careciendo de reglas.
Si en una clase no existiesen reglas habría un gran caos, y los alumnos poco podrían aprender. Si una ciudad careciera de leyes, no habría seguridad para vivir. De la misma manera, una familia debiera poseer reglas, basadas en su propio sistema de valores.
Si su hijo adolescente es responsable y criterioso para manejarse, seguramente no necesitará mucho más que algunas pautas firmes y claras. Pero si no es así, usted necesitará recrear todo un sistema de reglas y valores, que además sean supervisadas en forma mucho mas severas.
No bastaría con que usted le prohíba, por ejemplo, el uso de drogas, si luego le permite a su hijo adolescente juntarse con amigos o compañeros que las usen.
Lo ideal, sería que fije reglas preventivas muy claras respecto a con “QUIÉN” le está permitido juntarse, “QUE” cosas pueda hacer, “DONDE” se le deja ir y “CUANDO” puede ir y debe volver.
Si además desea que su hijo obtenga muy buenas notas, deberá fijar reglas concernientes al compromiso con la escuela, a la responsabilidad de terminar su tarea, y a la constante comunicación con usted sobre su desempeño académico. De esta forma, usted no solo controlará sino que también ayudará al adolescente a maximizar sus oportunidades para el éxito.
Cuando se logran crear y aplicar un buen número de reglas, no solo se ayuda al adolescente a prevenirse de muchos conflictos, sino que además usted puede estar enterado de ellos en forma anticipada, lo que permite resolverlos antes de que sean demasiado complejos.
Es inevitable que existan conflictos con adolescentes rebeldes y desafiantes. Pero si usted logra poner límites en las cosas más pequeñas y cotidianas, como el cumplimiento de la tarea escolar, su forma correcta de vestir, los amigos que más le convienen, sus horarios, los productos que consume, etc., habrá logrado la mejor medida preventiva para evitar otros problemas mucho más grandes, como embarazo adolescente, repitencias, grandes fracasos, soledad, etc. “Preste atención a las pequeñas cosas y las grandes se evitaran por sí solas”.
Conformidad
Una vez que haya establecido un sistema de reglas, su cumplimiento dependerá en gran medida de estos cuatro puntos.
- Que las reglas sean transmitidas en forma firme y clara, para que sean entendidas.
- Que su cumplimiento sea constantemente supervisado.
- Que se las haga cumplir constantemente
- Que las consecuencias de no hacerlo sean una traba para futuros beneficios.
Si alguno de estos ítems no fuese cumplido, se convertiría en un gran escollo para el cumplimiento de las reglas. Vamos por puntos.
Que las reglas sean transmitidas en forma firme y clara, para que sean entendidas
Si las reglas no se entienden claramente, se prestan para los malentendidos, las confusiones y, por ende, las manipulaciones. Muchos de los padres actuales piensan que su hijo adolescente ha entendido las reglas tal como ellos pensaban.
Por ejemplo, si le dice a su hijo que debe volver temprano a casa, el significado de la palabra “temprano” puede tener drásticas diferencias entre usted y él. Si le dice a su hijo que debe limpiar su cuarto, la idea de un “cuarto limpio” también puede diferir mucho entre ustedes dos. Por esta razón, las reglas necesitan ser muy especificas.
Ser claro y bien entendido es una muy buena forma de evitar que su hijo se aproveche –voluntaria o involuntariamente- de la confusión.
Que su cumplimiento sea constantemente supervisado
La supervisión es un elemento fundamental para cualquier regla. ¿Se imagina, por ejemplo, como sería el transito si nuestras calles no estuviesen supervisadas por la policía? ¿Cómo serían los productos de un negocio si estos no estuvieran supervisados en su producción y calidad?
Como padres, debemos proporcionarle seguridad a nuestros hijos por medio de la supervisión de su comportamiento. La “cantidad” de supervisiones dependerá del tipo de hijo que se tenga. Algunos adolescentes no requieren mayores controles.
A otros, se les debe estar siempre con un ojo encima. En todo caso hágale saber a su hijo que usted estará siempre pendiente de su comportamiento. Con esto lograra dos cosas: primero, que no se sientan ofendidos cuando vean que usted los está controlando, y segundo, que se auto-obliguen a cumplir las reglas, sabiendo que sus malas acciones podrían ser descubiertas (de cualquier forma, también es recomendable que no avasalle su intimidad).
La supervisión se puede dar de muchas formas. Por ejemplo, y en relación con la escuela, puede pedir a los directores informes semanales sobre la evolución académica de su hijo. También puede pedir citas con los profesores para conversar con ellos personalmente. Con respecto a las salidas y la ingesta de drogas, puede esperarlo en la madrugada, cuando vuelve de bailar, para comprobar su estado general. El uso del auto se puede comprobar por medio del cuentakilómetros, mientras que el lugar al que afirma dirigirse puede ser corroborado mediante el pedido del teléfono, para mas tarde llamar a ese lugar.
Que se las haga cumplir constantemente
Uno de los puntos que más les cuesta consumar a los padres es la severidad con sus hijos adolescentes. Basta con que no se haga cumplir una sola regla como para que cualquiera de ellas pueda ser también violada.
Si el adolescente piensa que todo depende de su humor, estará ,as pendiente de eso que de comportarse con criterio. Cuando como padres no damos el ejemplo mediante premios y castigos, nuestros adolescentes pierden todo tipo de límites, alterando en el recorrido la convivencia familiar.
Si nuestros hijos incumplen una regla, debemos hacerles sentir las consecuencias, por mucho que nos pese. Es muy común que los adolescentes desobedezcan reglas intentando “medirnos” para ver nuestra respuesta.
De ahí que sea fundamental una reacción correcta de forma temprana. Si se dejan pasar las pequeñas cosas, tarde o temprano se complicaran las grandes, creando de esta forma caos, confusión y resentimiento.
Muchos padres suelen hacer cumplir las reglas “en determinadas ocasiones” o “de vez en cuando”. Este comportamiento resulta muy ineficaz, ya que la clave es la consistencia. Cumpla siempre con lo que prometió que haría. Una aplicación esporádica no funciona. Solo los padres que hacen cumplir sus reglas constantemente lograran que sus hijos respondan… constantemente.
Que las consecuencias de no hacerlo sean una traba para futuros beneficios.
Las consecuencias a imponer dependerán en gran medida de la violación a la regla así como de la reacción del adolescente a los diversos tipos de sanciones. Para algunos adolescentes, la máxima pena es la prohibición de salidas los sábados por la noche, mientras que para otros ese castigo no tiene importancia.
La clave está en dos puntos: primero, que la sanción tenga una verdadera importancia para el adolescente, y segundo, que la severidad de la pena tenga una estricta relación con la falta cometida.
La experiencia demostró que cuanto más inmediatas son las sanciones, también son más eficaces. Pero en algunos casos las faltas son tan graves que no alcanza con exhibir una reacción instantánea. Para esos casos, lo ideal es una combinación de penas inmediatas con otras que perduren durante varios días.
Las primeras son aquellas que tienen un objetivo definido y puntual, como una prohibición de salida, el pedido de una tarea escolar extra, o algún tipo de colaboración especifica en el hogar, como ordenar el galpón. En cambio, al aplicar sanciones prolongadas se obliga al adolescente a modificar su rutina diaria, perdiendo ciertos privilegios.
Estas pueden ser quitar el carné de conducir, la prohibición de efectuar futuras vacaciones junto a sus amigos, un proyecto de trabajo importante, como pintar la terraza, o la quita de la mensualidad. Aunque no sea fácil implementar estas sanciones, pueden ser muy buenas para prevenir futuros conflictos aún más importantes.
Consecuencias disuasivas
Las consecuencias que utilice deben ser lo suficientemente firmes como para disuadir a sus hijos de volver a violar las normas. De otra forma, no solo serán inefectivas, sino que además serán ignoradas.
Algunos adolescentes pueden violar las reglas sin importarles las consecuencias. Otros, acostumbrados a desafiarlas, podrán también desafiar los castigos. En ambos casos, los padres deben solicitar ayuda a un profesional, para evaluar conjuntamente la solución de los casos particulares.
Test sobre el comportamiento desobediente
¿Problemas con su hijo adolescente?
Es la edad del amor, la edad en que comienzan a definir sus personalidades… ¡y la edad en que más conflictos nos causan! Si su hijo adolescente presenta serios conflictos de comportamiento, deberá recurrir a un profesional para evaluar las mejores soluciones, pero si solo se trata de un joven inquieto y rebelde tal vez le ayude leer el siguiente artículo.
Si usted o algún conocido están teniendo problemas con un hijo adolescente, le sugerimos responder las preguntas formuladas a continuación. Pueden servirle como parámetro para medir la magnitud del problema.
En determinadas ocasiones, estos conflictos solo pueden ser tratados con ayuda profesional, pero la mayoría de las veces solo se trata de reforzar las reglas y los límites del hogar.
Luego de contestar el cuestionario, lea la Guía de Respuestas, que le ofrecerá sugerencias y recomendaciones en base a sus respuestas
Conteste cada respuesta con un sí o un no. Contabilice la cantidad de “sí” respondidos.
Su hijo adolescente…
- ¿Se rebela contra las reglas del hogar?
- ¿Ha sido frecuentemente sancionado, amonestado, o expulsado durante su etapa escolar?
- ¿Suele agredir verbalmente?
- ¿Se junta con otros adolescentes rebeldes?
- ¿Ha perdido el interés en la práctica de su deporte, actividad o hobbie favorito?
- ¿Tiene dificultades para cumplir sus tareas escolares?
- ¿Ha tenido problemas por violar leyes ciudadanas?
- ¿Suele contestarle mal, provocando que usted se sienta obligado a no pronunciar ciertas frases o palabras que pudieran alterar el ánimo de su adolescente?
- ¿Podría tener problemas para finalizar el secundario?
- ¿Tiene un aspecto depresivo?
- ¿No cuida su higiene personal?
- ¿Suele tener un comportamiento violento?
- ¿Es manipulador y mentiroso?
- ¿Parece falto de iniciativa y motivación?
- ¿En determinadas ocasiones se comparte en forma deshonesta con usted?
- ¿Tiene un comportamiento sexual promiscuo?
- ¿Ha manifestado acciones que sugieran ideas de suicidio?
- ¿Posee dinero u objetos valiosos sin que este clara la forma en que los consiguió?
- ¿Podría poner en juego su seguridad personal?
- ¿Está constantemente de mal humor?
- ¿Parece carecer de autoestima y valor en sí mismo?
- ¿No es una persona en la que usted pueda confiar ciegamente?
- ¿Tiene problemas en respetar la autoridad?
- ¿Realiza actividades que usted no aprueba?
- ¿Podría estar consumiendo drogas o alcohol?
- ¿Lo preocupa acerca de sus posibilidades futuras de inserción en la sociedad?
- ¿Suele oponerse a los valores de su familia?
- ¿Constantemente desafía cualquier tipo de reglas, cualesquiera que estas sean?
- ¿Lo tiene agotado por estas actitudes?
- ¿Lo hace sentir impotente cuando usted intenta cambiar sus actitudes?
Contabilice las respuestas afirmativas. Estas son nuestras recomendaciones para la cantidad de “sí” acumulados:
- 18 o más respuestas afirmativas: Alto riesgo. ¡Consiga ayuda ya mismo! Hable con un psicólogo sobre estas dificultades y sus posibles formas de solución.
- Entre 9 y 17 respuestas afirmativas: En el límite. Puede resolver los problemas ajustando los límites de la convivencia familiar. Sin embargo, no debe descartar la posibilidad de iniciar un tratamiento psicológico.
- Hasta 8 respuestas afirmativas: Riesgo moderado. Sea más severo con los límites familiares y supervise su cumplimiento constantemente.
Bibliografía
- «Mi hijo no me obedece», de Cristina Lerroy, Doctorada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, Cristina Larroy García dirige, en la actualidad, el Departamento de Psicología Clínica de dicha universidad, del que es también profesora titular, y coordina e imparte clases en el Master en Psicología y de la Salud de la UCM ed Pirámide. Madrid 2007
- «La desobediencia» de, Luis Francisco Rebello, Ed Hiru. Madrid 1997
- «Besame mucho: como criar a tus hijos con amor» de Carlos Gonzalez,
edi Temas de Hoy, s.a. Madrid 2007 - «Sobre el carácter nervioso » Alfred Adler (1942)
- «Comprender la vida». Adler, Alfred & Brett, Colin (Comp.) (2003). Ed Paidós Ibérica.
Barcelona 1978 - «La Psicología Individual de Alfred Adler» U. Oberst y J.J. Ruiz:. Ed Manuscritos.com, 2007