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Testimonios maternos

Fernando, padre de Ana

“MIS CONVERSACIONES CON NUESTRA HIJA ANA” (1)

La última celebrada ayer la tomo del folio que utilicé para contestar por escrito a una insistente pregunta suya. La cuestión consistía en determinar el tono de voz de Jesucristo. A pesar de mis esfuerzos de vocalización no logré que me entendiese – está probando audífonos –. Me decidí a escribirle mi respuesta. Guardé la hoja manuscrita por si tuviera que utilizarla de nuevo. Esto fue lo que escribí y ella leyó por sí misma:

“Jesús más que hablar lo que hace es conseguir que tú lo sientas. Tú le pides. Él te ayuda y tú lo sientes. Él nos dice en el Evangelio: «Pedid y se os dará». No tiene una voz como nosotros pero te transmite su deseo de ayudarte. A Jesús no se le escucha. Se le siente. Se siente su amor. Pero se siente de una forma rotunda, meridiana. Ningún humano transmite tan bien, tan claramente como el Señor, su amor por nosotros. Sin hablar”.

Ana lee muy bien cualquier tipo de letra y de contenidos. Domina un léxico amplísimo pero cuando se adentra en profundidades procede con lentitud inusitada como si estuviese deletreando fraseología del propio Señor. Se acerca al trance. Me mira fijamente con los ojos llenos de lágrimas. Lágrimas de alegría. De estupor. De encontrarse con lo nunca visto. Pronuncia con asombrosa perfección. No en balde tuvo de niña una maestra segoviana. Se siente tan bien que quiere continuar pero es la hora de dormirnos. Me sigue hasta mi habitación y continúa hablándome mientras me cambio. Con suavidad, con dulzura. Ella que para otras cosas tiene tanto genio. Antes de despedirnos quiere saber si mañana vendré a almorzar o a comer.

Hoy estamos en el mañana de ayer y he vuelto. La tengo pegada a mí. Quiere que prosigamos nuestra conversación. Me entregan un sobre grande. Me mira con impaciencia. Teme que su apertura me perturbe. Le aseguro que no. Es una cara de Chus a quien ella conoce y sobre el que hablamos con frecuencia. Se trata de la “Decimotercera carta abierta al pueblo de Maranatha (Saturnín el mejor predicador)”. Pienso que el tema le puede gustar. Decido leérsela. Por lo menos el principio. La parte de Saturnín. Me ha parecido original y emocionante. He acertado. Enseguida entra en contacto. Se bebe las palabras. Pero quier un ritmo más lento. Paladearlas más. Me pide los papeles y continúa a mi lado, leyendo por sí sola, despacio. En voz alta. Pronto se le llenan los ojos de lágrimas. De alegría, de exaltada emoción. Se siente dentro de la ternura y próxima al misterio. Llega a la página 4 y se encuentra con la fotografía de Blanquita mostrándonos a Saturnín. Se inunda de amor, de agradecimiento. Los besa a ambos repetidamente. Le digo que algún día los traeré a casa pues las escaleras de Maranatha son superiores a nuestras fuerzas. No se lo cree. Duda de poderlos ver en carne y hueso. Los verás si Dios quiere.

Gloria al Señor.
Madrid, 5 de febrero de 2012
Fernando Escardó

(1) Copia del original colgado de la página Web de Maranatha, grupo de Oración de la Renovación Carismática Católica en el Espíritu.

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